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Pitágoras (ca. 570 a.C.-ca. 490-475 a.C.)

Pitágoras de Samos.

Filósofo y místico griego acerca del que no se sabe apenas nada seguro. Habría nacido hacia el año 570 ó 569 a. C. y fallecido en una fecha incierta que la crítica sitúa en torno a los años 490 y 475 a. C (en conjunto, son continuas las discrepancias cronológicas sobre el puñado de anécdotas, y nada más que eso, que los estudiosos han logrado agavillar en torno a la biografía de Pitágoras). Se piensa que nació en Samos y que sus padres eran Mnesarcho, un comerciante oriundo de Tiro, y Pythais; además, ciertas fuentes indican que tuvo dos hermanos, mientras otras dan el número de tres. En su juventud, se habría formado con Ferécides de Siro; más tarde, habría recibido lecciones de matemáticas en Mileto con el mítico Tales de Mileto y, más directamente, con su principal discípulo (al tiempo que conspicuo cosmólogo y geómetra), Anaximandro. Hacia 535 a. C., Pitágoras viajó a Egipto en calidad de embajador del tirano Polícrates; allí, al parecer, aprendió mucho sobre diversos ritos y usos sacerdotales, que hubieron de influir notablemente en su peculiar filosofía.

Más tarde, cuando Polícrates se alió con Cambises II de Persia contra Egipto y lo derrotaron, las fuerzas persas se llevaron prisionero a Pitágoras a Babilonia. Allí recibió influencia adicional, tanto en su pensamiento filosófico como en su doctrina matemática, musical y cosmológica, por parte de los magos persas. Según unas fuentes, tras el asesinato de Polícrates y la muerte de Cambises en torno a 522 a. C., Pitágoras regresó a Samos; como quiera que sea, de acuerdo con las noticias que nos brindan Porfirio y Jámblico, tras una corta estancia en Creta y de vuelta a Samos, Pitágoras fundó una escuela conocida con el nombre de Semicírculo. Ésta se hallaba instalada en una cueva de las afueras de la ciudad, donde se discutía sobre distintos asuntos filosóficos y matemáticos.

Todo parece indicar que, hacia 518 a. C., sus pasos lo llevaron a Crotona, en la Magna Grecia (esto es, en el sur de Italia), donde fundó una escuela o secta que tuvo también gran influencia en la política; por su renombre, tardó poco en expandirse por otras zonas del Mediterráneo. La devoción que Pitágoras tenía por Apolo llevó a que muchos lo considerasen como el verdadero Apolo Hiperbóreo. Venerado como una especie de dios por sus discípulos (para quienes Pitágoras poseía virtudes taumatúrgicas), los pitagóricos pronto se convirtieron en una verdadera secta que hacía de la vida en comunidad uno de sus primeros ideales. En 513 a. C., acudió a Delos a cuidar de Ferécides, su maestro en el pasado; allí permaneció hasta la muerte del anciano.

En Crotona permaneció desde entonces. Allí lo encontró la guerra contra Síbaris; allí, finalmente, sufrió las consecuencias de los ataques del noble Cilón contra su Sociedad; por ello, Pitágoras hubo de marchar, ya anciano, a Metaponto, donde finalmente murió; no obstante, Jámblico dice que Pitágoras regreso a Crotona para morir allí. A su muerte, y por largos años, el pitagorismo se expandió por el Mediterráneo e incluso dio en diversas sectas o corrientes que fueron prohibidas en 460 a. C.

El pensamiento pitagórico: la metempsícosis

Así las cosas, no sólo resulta complicado establecer datos biográficos seguros: también resulta muy difícil determinar cuál fue el contenido verdadero de su doctrina, pues no dejó obra escrita, al igual que Sócrates, aunque para desgracia suya no contó con un Platón que transmitiese su obra. Ésta se conoce sólo de forma indirecta, a través de aquellos a los que Aristóteles alude como "los llamados pitagóricos", que brotaron de todas partes desde el siglo V a. C. a partir desde el foco difusor de la Magna Grecia, para irse eclipsando paulatinamente ya bien entrada esta centuria, con algún rescoldo en Tebas y Tarento que acabaría por apagarse al final del siglo IV a. C.

Junto a sus partidarios, Pitágoras contó con poderosos detractores, como Heráclito de Éfeso o Jenófanes, para quien la doctrina de la metempsícosis pitagórica, con claras raíces en las religiones orientales, era simplemente una patraña. Entre otras anécdotas que, a manera de burla, relata Jenófanes, tal vez la más famosa sea aquella en que Pitágoras decía haber reconocido a un amigo muerto en el aullido de un perro al que habían maltratado. Del lado contrario, Empédocles y otros pensadores cerraron filas con Pitágoras en este punto, lo que con justicia hizo que mereciesen el calificativo de neopitagóricos.

Sin lugar, la metempsícosis constituye uno de los aspectos más llamativos del pensamiento de Pitágoras, con claros puntos de encuentro con la filosofía platónica, que tuvo uno de sus basamentos principales en el proceso de reencarnación del alma en distintos cuerpos; del mismo modo, se echa de ver lo mucho que de común hay entre la doctrina pitagórica y los mitos órficos. La base de la teoría pitagórica radica en la transmigración de las almas, de naturaleza divina pero forzadas a encarnarse en sucesivas cárceles corporales de seres humanos (hombres y mujeres, por supuesto) o animales hasta conseguir la perfecta purificación o catarsis.

En todo ese proceso, resulta fundamental el control que un alma limpia ejerce sobre el cuerpo, atenazado por los sentidos y pasiones; al mismo tiempo, quienes emprendían esa ruta catártica debían mantener silencio, autoanalizarse y hacer una dieta consistente en prescindir de la carne (algo fácil de entender al defender la teoría de la transmigración o reencarnación de las almas) y, un par de tabúes mucho más sorprendentes, evitar la ingesta de habas y las ropas confeccionadas con lana (algunos han visto en esta conducta el influjo de ciertos usos de los sacerdotes egipcios).

De todo este corpus teórico dan cuenta, en distintos lugares, los citados Heráclito, Jenófanes y Empédocles, además de Heródoto y de Ión de Quíos. Por ellos y por los neopitagóricos, sabemos que Pitágoras y su grupo reivindicaban el respeto a los animales (pues, en definitiva, encerraban almas humanas), al tiempo que el trato piadoso a los esclavos y humildes (por parecida razón), y a las mujeres; sin embargo, la metempsícosis llevaba, al mismo tiempo, a valorar los méritos de los hombres superiores, por sabios y por virtuosos, en su creencia de que el alma de éstos estaba siguiendo la senda correcta hacia la purificación definitiva. Particularmente, a Ión le debemos el conocimiento de la idea pitagórica según la cual sólo una vida virtuosa asegura un destino dichoso para las almas.

La música del universo y el principio numérico

Con todo, la originalidad de la escuela pitagórica debe buscarse en la introducción de la ciencia como instrumento purificador y como clave exegética para el conjunto del universo; en ese modo de interpretar la existencia, hay un método de análisis absoluto que se basa en el número. En su escuela, se distinguían dos grupos de alumnos, de acuerdo con el testimonio de varios autores del siglo IV a. C.: los acusmáticos u oyentes (visitantes, en realidad, de la Sociedad Pitagórica, a la que acudían cada jornada para aprender filosofía, bajo condición de someterse al estricto cumplimiento de una rigurosa disciplina de aprendizaje, en la que era obligado el silencio) y los matemáticos o iniciados (a quienes se permitía hacer preguntas y penetrar en las más profundas enseñanzas de la escuela).

Pitágoras hizo grandes progresos en la aritmética (aunque desconozcamos algunos de los que hubieron de ser sus logros principales al no habernos llegado ni uno solo de sus escritos) y fue el primero que comprendió la validez general del teorema que lleva su nombre: "el cuadrado de la hipotenusa de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los otros dos lados" (véase Teorema de Pitágoras). Con todo, sabemos que la exposición definitiva y cerrada de este teorema se debe a Euclides de Alejandría y no al propio Pitágoras. A nuestro sabio se le atribuye también el hecho de haber buscado el principio fundamental de la naturaleza y del pensamiento (incluso en sus formas más evolucionadas y complejas, como la abstracción) en la relación de armonía existente entre los números y los sonidos de la escala musical, una forma de pensamiento que tuvo importantes implicaciones en el Renacimiento en compañía de la teoría estética y filosófica imperante en el momento: el neoplatonismo.

En matemáticas también se le atribuyen, además del famoso teorema, otros muchos resultados, como el hecho de que la suma de los ángulos de un triángulo suman dos ángulos rectos, y la generalización de este hecho a cualquier polígono con un número n lados: la suma de sus ángulos interiores es 2n - 4 ángulos rectos. Se sabe que encontró tres de los cinco poliedros regulares, y que era capaz de formar figuras con un área determinada, lo que muestra que resolvía ecuaciones algebraicas relativamente complicadas.

La simbología numérica es todopoderosa en el pensamiento de Pitágoras, quien veía la clave de la vida en los cuatro números iniciales: el número uno, equivalente al punto; el dos, a la línea; el tres, con la poderosa figura del triángulo y su equivalencia a la superficie; por fin, el cuatro, con equivalencia en los sólidos, cerraba el tetraktus o número cuaternario, que era en realidad el diez, como veremos de inmediato. Del mismo modo, los pitagóricos prestaron atención especial a la esfera, por ser la forma verdadera de la tierra, en su opinión, y por resumir la relación entre nuestro planeta, los demás planetas, las estrellas y el universo (algunos creen que, en determinadas corrientes pitagóricas, los cuerpos astrales tenían una consideración divina). Además tenía la idea de que la tierra se encontraba en el centro del Universo. Además observó que la órbita de la luna estaba inclinada con respecto al ecuador terrestre, incluso fue uno de los primeros en reconocer que la estrella de la tarde, Venus, era la misma que la de la mañana.

A partir de su percepción de un universo perfectamente ordenado, el pitagorismo tuvo derivaciones, que no pueden extrañar a nadie, hacia la ética y la política; por esa misma razón, desde la perspectiva pitagórica no había nada más aberrante que la anarquía, el desorden o el antigobierno.

A ese conjunto cósmico en orden perfecto se le adhirió enseguida el concepto de la armonía de las esferas, que permaneció vigente en el arte y el pensamiento occidentales gracias al caldo de cultivo del Renacimiento; a este respecto, conviene considerar, entre otros artistas del momento, a ese gran poeta que fue Fray Luis de León, empapado de doctrina neoplatónica (Platón no desprecio sino al contrario esta creencia, como vemos en República, 10) y neopitagórica, que plasmó magistralmente su creencia en la música callada de las esferas celestes en poemas como la Oda a Francisco Salinas o Noche serena. La memoria, generosa en el caso de la música que sustenta la bóveda del universo, no lo fue tanto en lo relativo a otra teoría pitagórica o neopitagórica: la del fuego central alrededor del cual giran los cuerpos celestes, con el son, la tierra y la que se denomina 'anti-tierra'.

De abundar en algunas ideas relativas al número en el pensamiento pitagórico, cabe indicar que, para este filósofo, había números perfectos e imperfectos, masculinos y femeninos, bellos y feos... De todos los números existentes, el más perfecto es el 10, como se ha indicado, al ser la suma de los cuatro primeros: 1 + 2 + 3 + 4= 10. Sin embargo, lo que más interesa hoy a los historiadores de la ciencia es el hecho de que Pitágoras fue capaz de resolver algunas ecuaciones elementales y de proponer los números irracionales.

El pitagorismo y neopitagorismo

Entre los grandes pitagóricos, hay que destacar la obra de Filolao de Crotona o Arquitas. El primer neopitagorismo hay que situarlo en Roma y Alejandría en el siglo I a. C. Como ocurriría de nuevo en el Renacimiento, esta corriente de pensamiento confluyó de manera inevitable con el neoplatonismo imperante a la sazón; además, a su neopitagorismo se superpusieron otros tantos elementos de raigambre peripatética o estoica. De hecho, resulta imposible postular la existencia de una corriente neopitagórica claramente diferenciada, pues los filósofos que permiten esta etiqueta poseen otra más clara ligada al estoicismo, platonismo o neoplatonismo, si es que no al judaísmo (léase aquí el nombre de Filón de Alejandría) o al cristianismo (entiéndase Clemente de Alejandría) a través de esta última.

Pitágoras, representado en una antigua acuñación.

Pitágoras, según Rafael lo representa en La Escuela de Atenas.

Bibliografía

  • Cualquier aproximación al pensamiento de Pitágoras en el conjunto del pensamiento griego debe pasar por una lectura de Wilhelm Nestle, Historia del espíritu griego desde Homero hasta Luciano, Barcelona: Ariel, 1961; un paso más en la profundización sobre la materia se da en el denso panorama de W. K. C. GUTHRIE, A History of Greek Philosophy, I: The Earlier Presocratics and Pythagoreans, Londres, 1962 (hay traducción española en la Editorial Gredos). Aparte, fuentes fundamentales y específicas son J. LÉVY, Récherches sur les sources de la légende de Pythagore, París, 1926, y L. FERRERO, Storia del Pitagorismo nel mondo Romano, Turín, 1955.

Autor

  • Virgilio Nieto Barrera