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LiteraturaBiografía

Heródoto (ca. 480-420 a.C.).

Historiador griego nacido en Halicarnaso poco antes de la expedición de Jerjes contra Grecia (480 a.C.). Con motivo de la revuelta en la que murió Paniasis, Heródoto hubo de abandonar su patria y dirigirse a Samos, donde pudo tener un contacto más estrecho con el mundo cultural jonio; se piensa que desde allí volvió a Halicarnaso y participó en el derrocamiento de Lígdamis ( ca. 454 a.C.), hijo de Artemisia, representante de la tiranía caria que dominaba en aquella época la vida política de la colonia. La siguiente fecha en su cronología es la de la fundación de la colonia de Turios en el 444-443 a.C. a manos de Pericles junto a las ruinas de Síbaris. No se sabe si Heródoto formó parte de la primera expedición fundadora, pero sí que obtuvo la ciudadanía de la colonia. Algunos de sus biógrafos informan de que, entre la caída de Lígdamis y su llegada a Turios, Heródoto realizó viajes por varias ciudades griegas, en las que ofrecía lecturas de sus obras; incluso se dice que recibió diez talentos por una lectura ofrecida en Atenas, dato que hoy parece bastante improbable aunque manifiesta la buena acogida que tuvo Heródoto en la ciudad. Su estancia en la Atenas de Pericles le permitió contemplar el gran momento político y cultural que vivía la ciudad: en Atenas, Heródoto pudo conocer a Protágoras, abanderado de la revolución de la sofística, y a Sófocles, el gran poeta trágico que tanto influiría en su obra histórica. También en la época previa a la fundación de Turios, Heródoto hizo aquellos viajes de los que nos habla en su obra: se sabe que estuvo en Egipto durante cuatro meses y que, después, fue a Fenicia y Mesopotamia. Otro de sus viajes le llevó al país de los escitas. Todos estos viajes estuvieron inspirados por el deseo de aumentar sus conocimientos y de saciar sus ansias de saber, acicates constantes del pensamiento de Heródoto. Éste aparece a través de su obra como un hombre curioso, observador y siempre dispuesto a escuchar, cualidades que combinaba con una gran formación enciclopédica y erudita.

La parodia que realizó Aristófanes de la obra de Heródoto permite suponer que ésta era ya conocida en torno al año 425 a.C. De vuelta a su obra, los últimos acontecimientos mencionados acerca de Grecia se refieren al año 430 a.C., fecha en la que hubo de concluir su relato. Se piensa que murió en Turios ca. 420 a.C.

Obra

El método historiográfico de Heródoto y su pensamiento

La gran obra histórica de Heródoto, múltiple y compleja, es difícil de resumir: su finalidad y sus narraciones son varias y muy diferentes entre sí, por lo que, en un primer momento, cuesta ver el principio unificador de tan diversos materiales. Para reunirlos, Heródoto recurrió, como ya se ha dicho, a sus muchos viajes a lo largo del mundo conocido; de allí, extrajo sus fuentes de información y sus datos: unas veces, Heródoto recoge aquello que ha visto con sus propios ojos; otras, lo que le han contado; otras muchas, el resultado de sus pesquisas e indagaciones tras contrastar las tradiciones orales recibidas con los restos arqueológicos y monumentos o tras recurrir a los sacerdotes y estudiosos de los lugares visitados: así, por ejemplo, su investigación sobre el mito de Hércules le llevó hasta Fenicia. Llama la atención ver cómo va engarzando estos elementos tan distintos entre sí y cómo, en ocasiones, los recoge aun cuando, en su opinión, no son fiables: "Mi deber es informar de todo lo que se dice, pero no estoy obligado a creerlo todo igualmente" (lib. 7, 152). En definitiva, Heródoto fue un gran narrador y un compilador experimentado de datos de índole etnográfica o geográfica, características que lo hacen afín a muchos otros logógrafos; sin embargo, ya la Antigüedad distinguió a Heródoto con el título de "padre de la historia" y un análisis más profundo de su Historia revela su novedad frente a escritores contemporáneos. Ya desde el comienzo de la obra, que los eruditos distribuyeron con posterioridad en nueve libros (cada uno de los cuales lleva el nombre de una de las nueve Musas), el propio autor anuncia que su cometido es narrar los sucesos y hazañas de los hombres y, más en concreto, la guerra entre bárbaros y griegos. El núcleo central del relato es, pues, la narración de las Guerras Médicas, aquellas que enfrentaron a Oriente con Occidente, lo que da pie a Heródoto a insertar a lo largo de su obra numerosas digresiones; éstas permitían a su público acercarse a esos países extraños y alejados, que estaban relacionados en mayor o menor medida con los persas. De esa manera, su narración no es unitaria sino que se rompe siguiendo un principio asociativo, según el cual los distintos países y regiones aparecen en el momento en que se relacionan de algún modo con los persas.

Sin embargo, si estas digresiones son especialmente frecuentes en los primeros libros de la obra, se observa que en la parte central de la misma, aquella en la que se narra el enfrentamiento entre Grecia y Persia, éstas disminuyen. Aparece, así, un relato bastante más escueto y objetivo, con un análisis e investigación mucho más detenida de los datos. Se descubre de este modo en la obra de Heródoto una gran multitud de estilos en dependencia directa con sus fuentes: para su descripción de países exóticos, Heródoto tuvo que recurrir a sus viajes y a informaciones de segunda mano, bien orales o bien escritas (como los relatos de otros logógrafos); por el contrario, para narrar la guerra, centro de su relato, Heródoto dispuso de documentos más accesibles y fiables sobre esos acontecimientos. Heródoto aúna así las dotes de un gran narrador y las de un historiador (esto es, investigador) en su intento de dilucidar la verdad a través de la maraña de sus múltiples fuentes.

En este segundo aspecto, su labor quedó empequeñecida por el genio de su sucesor, Tucídides, dotado de un talento mucho mayor. Pero es preciso analizar su obra enmarcada dentro del contexto de su época: Heródoto quiso, pues, saltar las barreras de la mera información erudita y plasmar sus propias impresiones en un relato totalmente nuevo y muy ambicioso, que pretendía realizar un análisis mucho más estricto de las circunstancias y de las causas. En medio de su obra se perciben, además, dos elementos que adquieren una especial relevancia: el alto concepto que Heródoto tiene de la libertad y la exaltación de la figura de Atenas, que se descubre como motor y cabeza de las luchas contra el enemigo persa.

En cuanto a su postura ante el mito, Heródoto se sitúa en una posición intermedia entre la total racionalización, el escepticismo y la absoluta credulidad: cuenta lo que le cuentan e incluso ofrece versiones encontradas sobre un mismo mito (con lo que ha dejado a la posteridad un magnífico testimonio sobre las diferentes creencias de tierras y culturas muy alejadas del mundo griego), en la idea de que existe un concepto genérico de la divinidad independiente de los diferentes nombres que adopta según los pueblos. De todos modos, en su historia hay una fuerza divina que todo lo preside: el destino (fuerza que estaba también presente en la tragedia), que explica todas las conductas y que incluso está detrás de aquellos actos que, en principio, podrían parecer irracionales. Esta manera de interpretar los hechos debe mucho, como se ha dicho, a la tragedia griega: en todos los excursos narrativos de carácter novelesco hay siempre un héroe, un hombre (Creso, Cambises, Cleómenes, etc.), que se sitúa ante las circunstancias tanto favorables como adversas. Heródoto las describe y su voz, como la del coro, se deja sentir con algunas apreciaciones de importancia. Hay en definitiva un cierto equilibrio que los dioses rehacen cuando éste se ha roto y un reconocimiento a la responsabilidad de los hombres en sus acciones, aunque sin olvidar la presencia de ese destino que, como se ha dicho, todo lo preside.

Estilo

Con referencia a su estilo, el lector halla un claro contraste entre el carácter en cierta medida arcaico de algunos excursos, marcados por la parataxis de oraciones cortas, y otros donde aparece el período con una serie de oraciones subordinadas yuxtapuestas, que consiguen un buen efecto narrativo con su articulación en grandes bloques. Otro elemento importante son los discursos, que dejan traslucir ideas generales sobre el comportamiento humano y que trascienden siempre el ámbito de lo individual. Se percibe, de esta forma, una abundancia de discursos de carácter admonitorio, cargados, a su vez, de ejemplos. En muchas ocasiones, Heródoto recurre también al diálogo en una forma que recuerda claramente a la de la tragedia arcaica y a la epopeya (algo que ya percibieron los antiguos que consideraron a Heródoto con un escritor homérico en grado sumo). Esta influencia de los dos grandes géneros poéticos se observa también en su uso de la lengua: aquí se sirve no sólo del jónico sino que en su obra se introduce además una gran cantidad de términos procedentes de la poesía, con los que el relato adquiere un aire más distinguido y elevado con claras pretensiones literarias.

La Historia

De acuerdo con lo dicho, el libro primero comienza con la narración del origen de los conflictos entre Occidente y Oriente, que Heródoto achaca a los raptos de mujeres: los griegos raptaron a Europa de Tiro; otra vez más, los griegos se dirigieron a la Cólquide y raptaron a Medea y, para finalizar, Paris raptó a Helena, lo que originó la primera gran guerra. Estos mitos, narrados con aspiraciones racionalistas, son el trasfondo del segundo gran choque entre Grecia y Asia, que Heródoto sitúa en la campaña de Jerjes. A continuación, Heródoto pasa a hablar de Creso, el primer rey que sometió ciudades griegas, con lo que se inicia además una digresión acerca de Lidia (lib. 1, 6-94) y de los orígenes remotos de la dinastía Mérmnada representada por Creso. El enfrentamiento de este rey con Ciro pone a los persas en el primer plano del relato. De nuevo, Heródoto se remonta a un pasado muy lejano para narrar a continuación la juventud de Ciro y los contactos de las ciudades griegas de Asia Menor con el soberano, todo ello salpicado con diferentes relatos sobre los pueblos y sus costumbres (en toda esta trama o arquitectura del relato, se adivina una técnica narrativa antigua, influida por los relatos de los logógrafos). El libro primero se cierra, así, con la narración de la rápida expansión de los persas: primero sobre las provincias occidentales de Asia Menor y luego sobre Babilonia, lo que da pie a insertar una digresión sobre esta región con descripciones de sus ciudades, campos e historia. En medio de estas campañas, en concreto en la campaña contra los masagetas, Heródoto narra la muerte de Ciro e inserta también un pequeño relato sobre las costumbres de este pueblo.

El libro segundo se inicia con el reinado de Cambises, quien tenía sometidos a jonios y eolios, a quienes llevó como soldados durante su campaña contra Egipto. Aquí comienza uno de los relatos independientes más extensos dentro de la obra de Heródoto, en el que da cuenta de sus viajes por Egipto. Para la elaboración de esta extensa digresión, Heródoto se sirvió de sus propias experiencias como viajero y de los relatos de Hecateo en todo lo relativo a las descripciones del país y de su gente; por el contrario, en su estudio sobre la historia de Egipto, recurrió a las propias tradiciones egipcias depositadas en los templos y en sus sacerdotes, con lo que su obra va más allá de la mera descripción para convertirse en una verdadera indagación del pasado.

El libro tercero retoma la conquista de Egipto por Cambises; al mismo tiempo se ocupa de la lucha de los lacedemonios contra Polícrates en Samos, contemporánea a las expediciones egipcias. Este libro concluye con la muerte de Cambises y la subida al trono de Darío. El libro cuarto se centra en la guerra de Darío y los escitas, con nuevas digresiones sobre este pueblo. El libro quinto se ocupa del sometimiento de Tracia a los persas y de la rebelión jónica. En el libro sexto se narra la campaña de Darío contra Grecia y la victoria ateniense en Maratón, con excursos sobre los jefes atenienses (los Alcmeónidas y Milcíades) y espartanos (Cleómenes y Demarato). Al comienzo del libro séptimo se narra la muerte de Darío y el ascenso al trono de Jerjes. El resto de la obra (los libros séptimo, octavo y noveno) se ocupan con detalle de esta guerra. El final abrupto del relato ha hecho pensar a muchos críticos que la historia estaba inconclusa, aunque esta forma de acabar, en la que se narran unas reflexiones de Ciro sobre la naturaleza de los pueblos, podría ser un final deliberado, pues guarda en sus palabras premonitorias relación con el resto del relato.

Heródoto y la posteridad

A pesar del enorme éxito obtenido por Heródoto, pronto comenzaron las críticas de parte de los historiadores posteriores, que le acusaban de ser poco riguroso con los datos. Uno de sus primeros críticos fue Tucídides, quien se refiere a su método como algo efímero y válido sólo para un instante, es decir, apto únicamente para la lectura y el disfrute. De todos modos, también el gran orador ático no dejó de reconocer sus hallazgos. Lo cierto es que Heródoto se convirtió en una fuente inexcusable para todos los historiadores del mundo antiguo, que poco a poco fueron rectificando algunas de sus informaciones sobre países lejanos y exóticos. Con el helenismo, la obra de Heródoto adquirió una mayor relevancia gracias al carácter un tanto novelesco de algunos relatos (algo muy del gusto de la época); de hecho, el célebre estudioso alejandrino, Aristarco, realizó un comentario de sus obras. Así, la obra de Heródoto fue siempre, como se dijo, punto de referencia bien como modelo consciente o simplemente como anti-modelo.

También los romanos se rindieron ante la figura del célebre historiador, al que tildaron, como Cicerón, de "padre de la historia". Fueron muchos los historiadores romanos los que se sirvieron de él como fuente y abundan las citas sacadas de su Historia. Sin embargo, durante la Edad Media, período en que el griego se convirtió en un verdadero arcano, Heródoto dejó de leerse, aunque, de una manera indirecta gracias a los historiadores latinos, sí se conocieron algunas de las anécdotas insertas en sus relatos. Su estrella volvió a brillar gracias a los logros del humanismo: fue Lorenzo Valla el primero que se atrevió a traducir su obra al latín y ya, a comienzos del siglo XVI (en 1520) salió de las prensas de Aldo Manuzio la primera edición de su Historia, con lo que el texto original de Heródoto entró de nuevo al caudal de la erudición de los siglos siguientes.

Bibliografía

  • Ediciones:

  • HUDE, C.- Oxford, 1927, 2 vols.

  • LEGRAND, PH. E.- Budé, 1932-1954, 11 vols. (con traducción en francés y con comentarios).

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  • BERRENGUER AMENÓS, J.- Historias, Madrid, 1960-1961 (2 vols.: Libros I-II).

Estudios:
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Traducciones:
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Historia. Libros III-IV, Madrid, 1979.
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Historia. Libro VII, Madrid, 1985.

Teresa Jiménez Calvente

Autor

  • Teresa Jiménez Calvente.