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LiteraturaMúsicaBiografía

Enzina o Encina, Juan del (1469-1529).

Autor de teatro, poeta y músico español. Nació en Salamanca en 1469 y falleció hacia el 1529. Seguramente bajo el magisterio de Nebrija, se graduó bachiller en leyes. Tomó órdenes menores y entró de muy joven al servicio del duque de Alba como dramaturgo, cortesano y músico. Compitió para conseguir en el año 1498 el puesto de cantor en la Catedral de Salamanca, pero el puesto lo ganó Lucas Fernández, discípulo suyo. Marchó a Roma un año más tarde. Favorito de los Papas Alejandro VI, Julio II y León X, le nombraron arcediano de la Catedral de Málaga en 1509. En 1519 se ordenó sacerdote y en Jerusalén celebró su primera misa; obtuvo de León X el priorato de la Catedral de León, ciudad donde falleció.

Juan del Enzina, Égloga II.

La mayor parte de su obra la escribió antes de marchar a Italia. En su Cancionero, 1496, recoge toda su obra poética y ocho églogas dramáticas; el personaje principal en ellas es el pastor, que se sirve del sayagués, dialecto de la zona de Sayago especialmente rústico y propio para caracterizar a tales personajes. En la Navidad de 1492, en el palacio de Alba, se representó Égloga de Carnal o de Antruejo. Otras obras son Égloga de Mingo, Gil y Pascuala, de temática amorosa; Égloga de las grandes lluvias, de mayor relevancia, representada en 1498, también en presencia del duque de Alba; las obras restantes son de tema secular y verdaderamente dramáticas por su tensión y contrastes; algunas son muy ingeniosas y divertidas como Égloga de Fileno, Zambardo y Cardonio, mientras la de Plácida y Vitoriano es la más compleja: representa la concepción medieval del amor a través de la mitología clásica y es en su totalidad una pieza de tema profano; estuvo prohibida mucho tiempo al figurar en el Index librorum prohibitorum, pero sentó las bases de la comedia italianizante.

Juan del Enzina. Égloga XIV.

Aunque sus argumentos son muy sencillos, la construcción dramática de las piezas de Encina muestran su maestría. Aunque es mucho menos conocida su producción poética (a excepción de sus poemas musicales), las piezas líricas y narrativas de Encina son magistrales y muestran su condición de gran poeta de cancionero, tanto en sus composiciones eróticas como en las de contenido jocoso. Como preceptista de la poesía cancioneril, compuso el Arte de poesía castellana.

Obra musical

La mayor parte de la obra musical de Juan del Encina corresponde a sus años en la corte de los duques de Alba, a partir de 1492 y hasta su marcha a Roma hacia 1500 (el mismo compositor alude al hecho de haberlas compuesto antes de los veinticinco años). Su música es heredera de la tradición polifónica borgoñona y francesa que había llegado a España a través de compositores como Joannes Wreede, naturalizado en nuestros cancioneros como Juan de Urrede, pero sufre en manos de Encina un proceso de simplificación que aparta a sus piezas de sutilezas contrapuntísticas como las que encontramos en la obra de Josquin Desprez o Jacob Obrecht. Por el contrario, Encina simplifica su estilo poniéndose de este modo del lado de los compositores que, hacia 1500, comienzan una simplificación de la polifonía a partir de la sustitución de la mezcla de líneas melódicas independientes por series de acordes y frases breves y bien definidas en las que predomina la homofonía. Esta forma de composición ha de encontrar su huella en la labor editorial de impresores como el italiano Ottaviano de Petrucci o, ya en el XVI, el francés Pierre Attaignant que buscarán en la publicación de piezas polifónicas fáciles, pero de calidad con las que satisfacer la demanda de un público aficionado a hacer música en casa.

Contrasta, sin embargo, esto con lo que afirmamos arriba sobre el carácter cortesano de la música de Encina. No debemos apartar la posibilidad de que nuestro autor se encontrase en la corte salmantina del duque de Alba con una capilla no demasiado bien preparada y que tuviera que recurrir al empleo de mecanismos simples en sus obras. En este tipo de polifonía, las voces principales son el tiple, que lleva siempre la melodía, y el contra 2 o contra bajo (equivalente de la moderna voz de bajo), que es el cimiento armónico de la pieza. La voz del tenor, tan importante en la polifonía previa (y en la posterior hasta el siglo XVII) por ser el origen melódico de la pieza sobre la que se contrahacía el tiple, tiene en la obra de Encina un papel de mero relleno armónico. Respecto del contra 1 o contra alto (la voz de alto actual), no siempre aparece, pues fue frecuente en la polifonía del XV la armonización a tres voces de la melodía. En total, 29 de las canciones de Encina son a tres voces. En ocasiones, por simple cuestión de moda, se añadía una cuarta voz a piezas a tres. Tales añadidos no tenían por qué ser de la misma mano que compuso la obra original, y éste parece ser el caso de la versión que el Cancionero musical de Palacio guarda de "No tienen vado mis males", a cuatro voces y con el alto 1 tachado para añadir otro, frente a la armonización a tres que de la misma pieza conserva el Cancionero musical de Elvás y que parece haber sido la original.

Desde una perspectiva formal, la obra de Encina se reduce a dos modalidades: el villancico y el romance, caracterizado el primero por la presencia de dos secciones musicales y el segundo por la de una sola. El villancico toma la forma básica del virelai francés, que no es otra que la del zéjel castellano, que consta de dos secciones musicales que se alternan de forma A B B A, correspondiendo la sección A con el estribillo y la vuelta, y B con las mudanzas. En los villancicos de Encina encontramos, no obstante, la particularidad de emplear el mismo material sonoro, bien que ordenado de forma diferente. Tal es el caso de "Pedro bien te quiero", "Todos los bienes del mundo" o "Ay, triste que vengo". La monotonía que pudiera acarrear este tipo de organización de material se evita gracias a hábiles variaciones melódicas. Se aleja esta búsqueda de la mutua dependencia entre ambas secciones del villancico con el intento, mayoritario en la época, de contrastarlas al máximo. El romance de Encina es muy parecido al de sus contemporáneos y se encuentra en los mismos albores de la composición polifónica de romances, toda vez que, aunque contamos con algún ejemplo aislado anterior, la primera recopilación de tales la encontramos en el Cancionero musical de Palacio. Probablemente es este carácter novedoso de la pieza lo que hace que, frente a la originalidad del villancico de Encina, el romance cumpla al pie de la letra las por otra parte poco rigurosas normas compositivas del género. Éstas consisten en cuatro frases con una pausa sobre el acorde final de cada una de ellas que deben coincidir con los cuatro primeros versos del texto y que no deben repetirse ni parecerse entre sí. Es el caso de "Pésame de vos, el conde", "Triste España sin ventura" o "¿Qué es de ti desconsolado?".

"Todos los bienes del mundo". Juan del Enzina.

Respecto de la interpretación de la obra de Encina, la facilidad de su forma la ha llevado con mucha frecuencia a ser interpretada sin el cuidado que requiere. De este modo, es casi habitual su interpretación por masas corales mucho más sonoras de las que el compositor hubiera tenido a mano e, indudablemente, de lo que la simplicidad de la forma requiere. Por el contrario, es extraño el escucharlas con mezcla de voces e instrumentos, cosa posible, e incluso habitual en la época de Encina.

Bibliografía

  • ENCINA, Juan del, Poesía Lírica y Cancionero musical Madrid, Castalia, ed. de R. O. Jones y C. Lee, 1972.

  • R. Gustav, La Música en el Renacimiento, Madrid Alianza, 1988.

G. Fernández San Emeterio

Autor

  • G.F.S.E.