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FilosofíaBiografía

Zubiri Apalátegui, Xavier (1898-1983).

Filósofo español nacido en San Sebastián (Guipúzcoa) el 4 de diciembre de 1898 y fallecido en Madrid el 21 de septiembre de 1983.

Vida y obra

Nacido en la ciudad de San Sebastián, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la parroquia de Santa María. Asistió pronto a un parvulario donde, como en su casa, se hablaba vasco y hasta los seis años fue ésa su lengua habitual. Desde 1905 estudió en el Colegio de los marianistas de esta ciudad y en 1915 se graduó de bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de su ciudad natal.

Al inicio del curso 1915-1916 ingresó en el Seminario Conciliar de Madrid, donde estudió de 1915 a 1919 los cuatro años de teología y filosofía reglamentarios en la carrera eclesiástica bajo la dirección del sacerdote y profesor de filosofía Juan Zaragüeta. Su formación en el seminario de Madrid se completó con la asistencia a la Universidad Central, donde en enero de 1919 conoció como profesor a José Ortega y Gasset, con el que inició una amistad duradera más allá de sus discrepancias filosóficas. En 1920 marchó a Lovaina para licenciarse y doctorarse en filosofía católica en el Instituto Superior de Filosofía, centro patrocinado por el Cardenal Mercier como impulsor del movimiento de la restauración escolástica. Con la correspondiente licencia para ausentarse de las clases de Lovaina, Zubiri se trasladó a Roma, donde obtuvo mediante un examen extraordinario realizado en noviembre el doctorado en teología en el Collegium Theologicum Romanae Universitatis. De regreso a Lovaina, el 24 de febrero de 1921, obtuvo la licenciatura en filosofía con gran distinción. En febrero, Zubiri defendió su tesina dirigida por León Nöel con el título de Le problème de l´objectitvité d´après Ed. Husserl. I. La logique pure.

En el último trimestre de 1921, Zubiri se licenció y doctoró en filosofía en la Universidad de Madrid. Ortega y Gasset fue el ponente de su tesis doctoral Ensayo de una fenomenología del juicio. El día 21 de mayo de 1921 otorgaron a su tesis la calificación de sobresaliente. En octubre obtuvo el premio extraordinario de doctorado. El 31 de marzo de 1923 se le concedió una auxiliaría en la Universidad Central para tres años a la que renunció el once de junio de ese mismo año para concentrarse más en un decidido trabajo personal. El curso 1923-24 se matriculó en la Facultad de Ciencias, sección de matemáticas. En el mes de noviembre del año 1926 obtuvo por oposición con unanimidad la cátedra de Historia de la Filosofía de la Universidad Central, vacante desde hacía pocos meses por el fallecimiento repentino de su titular Adolfo Bonilla San Martín. Se estrenó como catedrático en enero de 1927 y ejerció como tal durante el curso 1927-28.

Entre 1928 y 1931, Zubiri viajó durante tres cursos consecutivos a estudiar a Alemania. De 1928 a 1930 permaneció en Friburgo a lo largo de dos cursos, completando su formación filosófica con Husserl y Heidegger. Entre 1930 y 1931 residió en Berlín. En la sociedad científica Kaiser Wilhelm estudió física teórica con tres premios Nobel, Max Planck, Erwin Schrödinger y Albert Einstein. Al volver de Alemania, Zubiri impartió sus clases en aquella facultad de filosofía llamada Facultad-laboratorio, que fue la Facultad de Filosofía de la Universidad Central en la que Manuel García Morente al frente de su decanato (1931-1936) desarrolló una actividad electrizante de reforma universitaria posibilitada por los aires de reforma política que la Segunda República española había traído consigo en 1931. En los veranos de 1933, 1934 y 1935 participó muy activamente con Pedro Salinas, Ramón Menéndez Pidal y Blas Cabrera en la organización de los cursos de verano de la Universidad Internacional de Santander.

En 1935, Zubiri fue a Roma a aprender idiomas orientales. En esa fecha dominaba ya el griego, el hebreo y el latín, pero en aquel momento Zubiri trataba de aprender, o al menos adquirir familiaridad, con el sumerio, el acadio, el hitita, el iranio y el arameo. El orientalista jesuita Antón Deimel, profesor del Instituto Bíblico, le introdujo en la lengua sumeria, y el español Luis Palacios, hebraísta y arameísta, profesor en el centro San Anselmo (Centro Universitario de los Benedictinos en Roma), le ayudó en el aprendizaje del arameo.

Zubiri contrajo matrimonio en esa misma ciudad el 23 de marzo de 1936 con Carmen Castro, la hija de Américo Castro, titular de la cátedra de Lengua y Literatura Españolas de un Instituto de Bachillerato de Madrid y becada en Roma por la junta para la Ampliación de Estudios para preparar su tesis doctoral. El 8 de septiembre de 1936, el matrimonio abandonó Roma con destino a París. En esa ciudad, el matrimonio vivió en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria hasta otoño de 1938. En París, Zubiri siguió trabajando en matemáticas y física. Gracias a Blas Cabrera, le admitieron en sus clases el premio Nobel de física Luis de Broglie, los Joliot-Curie (véase Jean Frederic e Irene Joliot-Curie) y Cartan. Marcel Bataillon le presentó a Masignon y al famoso lingüista iranista Benveniste. Jacques Maritain, quien había hecho amistad con Zubiri en la Universidad de verano de Santander, le puso en relación con un escogido grupo de orientalistas como Dhore, De Menasce, Laporte y Labat. En junio de 1938, presentado por Masignon y Benveniste, fue elegido miembro de la Societé Asiatique. Ese mismo año recibió el diploma de Hautes Etudes. Maritain hizo que Zubiri diera dos cursos breves en el Institut Catholique sobre historia de las religiones. El 2 de septiembre de 1939, el matrimonio regresó a Madrid.

A comienzos de 1940 fue nombrado catedrático de la Universidad de Barcelona. Pero en junio de 1942, después de ciertos choques ideológicos con las autoridades académicas por la falta de libertad para investigar y enseñar, Zubiri presentó la renuncia a su cátedra de Historia de la Filosofía y se trasladó a Madrid, en donde vivió impartiendo conferencias y coloquios patrocinados por algunos amigos y se convirtió así un "exiliado en el interior". En el año 1947, su amigo Juan Lladó, presidente del Banco Urquijo, proporcionó a Zubiri una pensión anual para que se dedicara a sus estudios con la única contraprestación de impartir cursos de filosofía anuales en las sedes que habilitaba la Sociedad de Estudios y Publicaciones. Desde 1942 hasta su muerte, la vida de Zubiri transcurrió silenciosa en el exilio interior de su casa de Madrid casi sin casi más salidas que las obligadas por los cursos anuales en las diversas sedes de la Sociedad de Estudios y Publicaciones. Durante estos años tuvo que sufrir zancadillas, silencio y ataques por parte de ciertos sectores del clero nacionalcatólico. No obstante, también tuvo importantes reconocimientos en su vida. En el año 1953 recibió un Homenaje (revista Alcalá) con motivo de sus 25 años de profesor universitario. El 1968, otro Homenaje más amplio con motivo de sus setenta años llevó las firmas de sus amigos de siempre, de prestigiosos intelectuales y científicos españoles del momento, del exilio exterior y de Europa. En noviembre de 1979, el Presidente de la República Federal Alemana condecoró a Zubiri con Das Grosse Verdienst Kreuz en su más alta categoría para quien no sea Jefe de Estado. El primero de octubre de 1980, la Universidad de Deusto le nombró Doctor Honoris Causa en Teología. El día 18 de octubre de 1982, Xavier Zubiri y su amigo el premio Nobel Severo Ochoa recibieron de S. M. el Rey el Premio Ramón y Cajal a la investigación, otorgado por vez primera por el Ministerio de Educación y Ciencia. Zubiri murió el 21 de septiembre de 1983.

Zubiri escribió numerosos libros y artículos. La obra de Zubiri publicada hasta ahora (se está editando cada año un inédito) comprende 22 libros, con 28 reediciones de los mismos, 8 traducidos al alemán, inglés e italiano; 30 artículos, algunos también traducidos al francés, al italiano y al inglés; 18 prólogos, introducciones y epílogos; y otras obras menores. Por otra parte, quedan todavía inéditos aproximadamente unos 20 cursos impartidos en la Sociedad de Estudios y Publicaciones. Los temas de la escritura filosófica de Zubiri fueron fundamentalmente sobre la inteligencia, sobre la realidad, sobre Dios, sobre el hombre y sobre la historia.

En primer lugar, Zubiri escribió sobre el problema de la inteligencia. Esta cuestión ocupa muchas páginas en la producción zubiriana, pero su aportación decisiva se materializó a partir del año 1976, cuando comenzó a escribir el manuscrito de lo que luego sería su tríptico Inteligencia sentiente, al que dedicó prácticamente sus siete últimos años y que se publicó a partir de 1980 en tres tomos con los títulos Inteligencia y realidad, Inteligencia y Logos e Inteligencia y Razón. En esta obra, Zubiri desarrollaría de un modo sistemático una teoría de la inteligencia que respondiera más implícita que explícitamente a muchas de las objeciones nacidas del titubeo temeroso de alejados o allegados lectores de Sobre la esencia.

Zubiri escribió, en segundo lugar, sobre el problema de la realidad. Aunque Sobre la esencia (1962) es la elaboración más sistemática y precisa de las obras de Zubiri sobre la realidad, cuenta además con algunos cursos importantes posteriores. Así, por ejemplo, el libro Estructura dinámica de la realidad y el artículo Respectividad de lo real. Zubiri tiene también algunos estudios cosmológicos. Entre los escritos de Zubiri hay materiales muy elaborados para pensar en un cuerpo de Estudios cosmológicos: un largo estudio sobre la materia, escrito con posterioridad a 1973; un curso de cuatro lecciones sobre el espacio, publicado en 1974 en Realitas I, y el de dos lecciones sobre el tiempo (1970), que tuvo una parcial elaboración en el artículo El concepto descriptivo del tiempo. En 1996, dos cursos (1970, 1973) y otros textos fueron publicados bajo el título de Espacio. Tiempo. Materia. En el año 2001 se ha publicado el libro Sobre la realidad, inédito del curso impartido en 1966.

En tercer lugar, Zubiri escribió sobre el problema de Dios. Tempranamente presente entre las preocupaciones juveniles de Zubiri, prácticamente la totalidad de los trabajos dedicados por Zubiri al estudio del acceso del hombre a Dios llevan en su título la palabra problema: En torno al problema de Dios, El problema de Dios, Introducción al problema de Dios, El problema filosófico de la historia de las religiones, El problema de Dios en la historia de las religiones, El hombre y el problema de Dios, El problema teologal del hombre: Dios, religión, cristianismo, El problema teologal del hombre, El problema teologal del hombre: Cristianismo. Sólo la enumeración de títulos refleja que para Zubiri Dios, la religión y la historia de las religiones son problemas filosóficos que le preocuparon a lo largo de toda su vida. Su descubrimiento central es el concepto de religación como respuesta al problema teologal del hombre, no a un problema teológico. Zubiri insiste siempre que se le presenta la ocasión en esta diferencia: lo teologal es lo que envuelve al problema de Dios y lo teológico es lo que envuelve a Dios mismo.

En cuarto lugar, Zubiri escribió sobre el hombre. La preocupación y ocupación de Zubiri sobre el problema filosófico del hombre fue constante e ininterrumpida a lo largo de sus más de sesenta años de producción teórica. Aunque no llegara a publicar un libro definitivo sobre el hombre, puede decirse que todo lo escrito y hablado filosóficamente por Zubiri tiene que ver con el hombre, bien sea porque lo humano se convierte en objeto inmediato de su reflexión, bien porque lo humano queda iluminado al menos mediatamente por esta misma reflexión, lo cierto es que los escritos zubirianos son más bien de índole metafísica que antropológica. Zubiri cuenta con un rico bagaje de conferencias y escritos que tienen en su totalidad o en parte como tema el hombre; de éste, sólo una parte está publicado: El origen del hombre, El hombre realidad personal, El problema del hombre, El hombre y su cuerpo, Notas sobre la inteligencia humana, La dimensión histórica del ser humano, El problema teologal del hombre y Sobre el Hombre.

En quinto lugar, Zubiri escribió sobre la Historia y sobre la Historia de la Filosofía. Son títulos expresivos de esta orientación Sobre el problema de la filosofía, Hegel y el problema metafísico y Filosofía y Metafísica. Estos dos últimos estudios se publicaron en Naturaleza. Historia. Dios. El último fue dividido en dos partes, titulada la primera La filosofía y la justificación de su objeto, y la segunda ¿Qué es saber? Las Cinco lecciones de Filosofía, La dimensión histórica del ser humano y Problemas fundamentales de la metafísica occidental completan, por ahora, el panorama de la obra escrita de Zubiri sobre historia de la filosofía.

La filosofía de Xavier Zubiri

La filosofía de Zubiri, sin entrar en detalles precisos de sus complejos contenidos temáticos, puede caracterizarse por cinco rasgos principales. Se trata de una filosofía posibilitada por Martin Heidegger, una filosofía que cuenta con la ciencia, una filosofía pura, una filosofía radical, abierta a la realidad, y una filosofía como forma de vida.

Una filosofía posibilitada por Martin Heidegger

Puede decirse que Martin Heidegger fue para Zubiri en Friburgo lo que recientemente ha escrito H. G. Gadamer que había sido para él. Según Gadamer: "Heidegger era un maestro del pensar y un maestro del enseñar, capaz de guiar a uno hacia otros maestros del pensamiento". Pero no es fácil responder a la cuestión de qué contenidos concretos de la filosofía de Heidegger convencieron a Zubiri. La lectura que Zubiri hace de Heidegger es decididamente ontológica, contraria a cualquier interpretación existencialista o antropológico-existencial. En este nivel ontológico es donde Zubiri establece un diálogo crítico con Heidegger de consecuencias decisivas para su propio pensamiento. Puede decirse que, en la comunicación con sus discípulos, Heidegger aparecía como la ruptura con toda la tradición y la exigencia de un nuevo arranque filosófico mucho más radical. La filosofía de Heidegger sirvió, pues, para ratificar a Zubiri las insuficiencias ya detectadas por él mismo en la fenomenología de Husserl y para estimularle a romper el círculo encantado de la conciencia con una nueva sensibilidad ante los problemas filosóficos. Zubiri siguió a Heidegger en el camino que le llevaba a separarse de Husserl para hacer de la filosofía una pura y simple ontología, y en el tema de la verdad.

Pero, sobre todo, Zubiri estuvo con Heidegger en su vuelta a Grecia. Aunque Heidegger no cesara de reflexionar sobre los presocráticos desde su primer curso, parece que éstos no tomaron importancia decisiva hasta después de Ser y tiempo (1927). Esta referencia constante a los griegos ha podido hacer creer que Heidegger habría experimentado por el mundo griego una nostalgia continuadora de los diferentes resurgimientos del sueño helenizante que ha obsesionado periódicamente al pensamiento alemán (Goethe, Schlegel, Hegel, Nietzsche). Pero no es así. Lo que hay en Heidegger es un intenso esfuerzo por volverse hacia los griegos para entenderlos mejor de lo que ellos mismos se entendían, con la pretensión de radicalizar la fenomenología. Zubiri reconoció que fue Heidegger quien le reveló la importancia fundamental de los filósofos griegos y le estimuló a prestarles atención. Esto llevó consigo la toma de conciencia histórica de la propia época y buscar posibilidades filosóficas de pensar desde sí mismo a través de la reconstrucción de los grandes motivos del pasado presentes en las grandes filosofías. Los referentes que interesan del pasado no tendrán nunca para Zubiri una función erudita y enciclopédica, sino que son posibilidades para apropiarse en el presente. Cuando Zubiri considera la filosofía como eterna repetición, al igual que Heidegger, está pensando en esa asunción de posibilidades de la que hablaba este último.

Una filosofía que cuenta con la ciencia

Zubiri quiso hacer filosofía con todo el rigor y la profundidad que le fueron posibles, pero a la altura de los tiempos. Esta expresión de Heidegger en "¿Qué es metafísica?" significaba que la filosofía, lejos de dejar de lado los avances de la ciencia, tenía que hacer de ellos elementos integrantes del filosofar. La concreción de cómo entendía Zubiri la expresión de Heidegger "estar la altura de los tiempos" está contenida en su estudio "Nuestra situación intelectual". Esta situación se caracterizaba porque la irrupción masiva de la ciencia dejaba al científico y al filósofo al vaivén de tres tendencias muy peligrosas: la positivización niveladora del saber, la desorientación de la función intelectual y la ausencia de vida intelectual. Estas tres tendencias constituían un peligro radical para la inteligencia y el riesgo inminente de que dejara de existir la vida en la verdad. Y esto es lo que había que superar. Pero no abandonando la ciencia por los peligros que estaba trayendo a la vida intelectual sino afrontando de lleno el reto que el saber científico planteaba. Sólo así podría superarse la confusión, la desorientación y el descontento íntimo consigo mismo. Esta superación era para Zubiri una exigencia de nuestro tiempo y quien no la intentara no estaba a su altura. La respuesta de Zubiri a esta exigencia de altura fue doble. Por un lado, adoptó un talante científico ante el filosofar mismo: la filosofía no debía dejar que ningún otro saber la superara en exigencia y rigurosidad, en objetividad y autolimitación, en cuanto búsqueda de las cosas como son o como se encuentran. Por otro lado, trató de estar al tanto lo más posible de los saberes científicos mejor probados, los que más se acercaban a los cánones tradicionales de la ciencia. Este interés por la ciencia para tomar altura fue también el que condujo a Zubiri a sus estudios de física teórica en Berlín. Berlín fue además un puente de conocimientos e intereses tendido hacia los posteriores estudios en París con Luis de Broglie (1936-1938) y con el matrimonio Joliot-Curie, y hacia una relación intelectual y de una amistad posterior con el también premio Nobel W. Heisenberg, quien llegó a estar en varias ocasiones discutiendo con Zubiri en su casa madrileña.

Una filosofía pura

Frente a cualquier tipo de concesión a la dispersión temática de signo estético, político o psicológico, y frente a cualquier punto de partida extrafilosófico, Zubiri fue un filósofo puro. Zubiri puede ser considerado con toda razón el primer filósofo puro de la filosofía española. Es verdad que el jesuita Francisco Suárez representó en la historia del pensamiento español un elevado nivel de coherencia y disciplina metafísica. Pero Suárez escribió en el siglo XVII en latín, y tanto Ortega, como Unamuno, Eugenio D'Ors o Xirau fueron pensadores, dispersaron sus ideas en disquisiciones políticas, estéticas, morales, psicológicas, novelescas e, incluso, irónicas y pintorescas. Ni Unamuno ni Ortega pudieron hacer en su vida solamente filosofía, filosofía pura. Las urgencias intelectuales de sus respectivas circunstancias vitales hicieron que su pensamiento filosófico anduviera inevitablemente mezclado con la literatura y el periodismo. Toda la obra de Zubiri, sin embargo, es estrictamente filosófica. Un trabajo tan tenso, esforzado y riguroso de filosofía pura que hacen de Zubiri no pensador o intelectual, sino siempre un filósofo.

Hacer filosofía pura significó para Zubiri hacer filosofía como se había hecho en Grecia: "Con todas sus limitaciones, la filosofía griega nació, por lo menos, de sí misma, frente a las cosas en inmediato contacto con ellas. Pero el hombre de la era cristiana no se encontró consigo mismo nunca de una manera inmediata, sino mediante Dios, es decir, con la mirada fija en el ente infinito" (Sobre el problema de la filosofía, II, 117). La creación del mundo a partir de la nada, idea judeo-cristiana con la que la filosofía griega no contó, fue para Zubiri el punto de partida de la teologización de la filosofía. A partir de ese momento ya no hubo filosofía pura, puesto que todo aquello que se llama filosofía desde san Agustín a Hegel fue una inmensa teologización de la filosofía, no filosofía pura. La filosofía con el cristianismo comenzó por ser esencialmente teológica (Naturaleza. Historia. Dios, 229). De tal modo que el mundo pierde su verdad, ya que las cosas son una nada vistas desde Dios y, si algo son, es desde su acto creador. La filosofía quedó instalada de este modo en el horizonte de lo que es pudiendo no ser y la metafísica se convirtió en teoría de la creación. La filosofía después de Grecia filosofa desde la nada. El espíritu humano se segregó del universo y se proyectó excéntricamente sobre la divinidad convertida en razón del universo.

Hacer filosofía pura significó, por tanto, para Zubiri hacer una metafísica intramundana. Con la expresión "metafísica intramundana", Zubiri sigue un tema heideggeriano que trata de evitar concebir la realidad como "otra" realidad separada o anterior a las cosas reales, presentándola siempre en función de la talidad de las cosas reales. Frente a cualquier tipo de logicismos, Zubiri reivindica la primacía de lo físico. La metafísica ha de ser radicalmente "física". Pero lo que Zubiri entiende por "físico" no es ni lo natural, como opuesto a lo técnico o artificial (Aristóteles), ni lo que tiene physis, naturaleza propia, sino que "físico" es simplemente lo físicamente real, "puro pleonasmo, pero muy útil". Lo físico en este sentido no se opone a lo metafísico, como sería si se identificara con lo empírico o positivo, sino que es lo metafísico por excelencia. Lo físico puede, por tanto, ser considerado desde una doble perspectiva. Como término del saber positivo es simplemente aquello que es real. Como objeto de la metafísica es estructura formal y última de la realidad en cuanto tal. "Por esto, lo que suele llamarse metafísico cuando se habla de esencia metafísica, es para mí más bien conceptivo que metafísico. Realidad física es realidad qua realidad, por tanto, su carácter físico es eo ipso un carácter formalmente metafísico". Lo metafísico, por tanto, no es una escapada hacia algo distinto de lo físico, sino el atenimiento a lo físico mismo. Pero mientras que el saber físico-positivo se atiene a lo que es la cosa real, a su determinada concreción real, el saber físico-metafísico se atiene a lo que es la cosa real en cuanto real y a la estructura de la realidad en cuanto realidad. Así, Zubiri ha pretendido superar la dualidad óntico-ontológico estudiando la realidad en su doble vertiente de talidad y trascendentalidad funcional y trascendentalmente vinculadas.

Una filosofía radical, abierta a la realidad

Radicalismo se opone a repetición de fórmulas que fueron creadas para solucionar problemas reales pero que se repiten mecánicamente a pesar de que los problemas ya no son los que las generaron. Radicalismo es lo opuesto a escolástica. Zubiri no es un filósofo escolástico en ningún sentido. La voluntad de radicalidad, característica del hacer filosófico zubiriano, significa disconformidad con cualquier clase de doctrinas o ideas que se den por válidas de antemano basadas en la veneración a la autoridad del maestro que las profesa, es decir, la oposición a cualquier forma de filosofía de escuela.

En ningún momento de su formación Zubiri se conformó con la doctrina de sus maestros. Ni el tomismo, ni el realismo crítico de Lovaina, ni el raciovitalismo orteguiano, ni la fenomenología husserliana, ni la ontología heideggeriana, ni el realismo aristotélico fueron etapas definitivas en las que se parara la investigación zubiriana. Es cierto que su formación juvenil proporcionó a Zubiri un buen conocimiento de la filosofía escolástica, pero incluso cuando se analizan detenidamente sus primeros trabajos se tiene la impresión de su presencia de una manera muy difusa. Desde el año 1925, el único interés que para Zubiri tiene propiamente el tomismo es hermenéutico. Frente a la intención de la neoescolástica franco-belga por resucitar a los muertos, Zubiri aboga por una vía de exégesis del tomismo que lo comprenda y lo contextualice. Tampoco la alternativa más atractiva del momento renovadora del tomismo, el realismo crítico de la Universidad de Lovaina, le pareció a Zubiri viable. Zubiri vino de Lovaina convencido de que el llamado realismo crítico era realista sólo en sus intenciones y al referirse a él, ya en su tesis doctoral, Zubiri lo sentenciaba como sedicente y difunto. Zubiri vino de Lovaina convencido de que el nuevo planteamiento de la filosofía debía darse en el camino iniciado por Brentano y Husserl.

Una forma de hacer de Zubiri un filósofo escolástico ha sido con cierta frecuencia incluirlo dentro de la llamada Escuela de Madrid. Con la expresión "Escuela de Madrid" se ha designado en la historiografía de la filosofía española contemporánea la influencia de la persona, actividad y el pensamiento de Ortega y Gasset sobre un amplio grupo de pensadores que empezó a funcionar articulada con el advenimiento de la Segunda República, siendo los años transcurridos entre 1933 y 1936 los de su establecimiento y máxima vigencia. Las personas a las que se ha hecho integrar ese núcleo del entorno orteguiano, además de Zubiri, son entre otros Manuel García Morente, José Gaos, María Zambrano y Julián Marías. Si es la necesidad de un momento de conformidad con el maestro el requisito que parece necesario para que exista una escuela, esto es lo que no se dio de ningún modo en Zubiri. La influencia de Ortega en él termina muy pronto. Desde su viaje a Alemania en 1928 y, sobre todo, desde su regreso en 1931, puede considerarse despegado del hacer filosófico orteguiano aunque le quede el agradecimiento perpetuo a su labor de oxigenador del aire cultural español con el europeo, y, en general, a su excepcional magisterio, y una vinculación remota con la tradición entregada como posibilidad y apropiada como un poder, pero también superada radicalmente por la propia creación libre.

Zubiri, discípulo de Husserl, tampoco siguió a su maestro. Aunque aceptó muy tempranamente que era preciso situar los problemas filosóficos en la nueva línea de Husserl, la fenomenología, pronto vio que la obra de Husserl no era suficientemente radical en sus desarrollos fenomenológicos. Zubiri dejó entrever ya en la temprana fecha de 1921 que el verdadero problema de la filosofía era el de su radicalización, es decir, el del acercarse a la realidad sin mediaciones de ningún tipo. Ni siquiera con mediaciones fenomenológicas como "la conciencia", "la intencionalidad", "el sentido".

Tampoco se detuvo en Heidegger. Zubiri fue abandonando poco a poco los planteamientos y soluciones ontológicas que le ataban a Heidegger y fue tomando posturas más personales que, de incipientes esbozos y sugerencias sin nombre propio en los escritos de 1931 a 1944, llegaron a ser elementos constitutivos de su sistema, abierto en su etapa estrictamente metafísica (1962-1983): metafísica frente a ontología, realidad frente a ser, existencia real frente a existencia modal (animal de realidades), posibilidad real frente a posibilidad modal (radicalismo histórico). Fue especialmente la divergencia con la concepción heideggeriana del conocimiento lo que posibilitó el desmonte por parte de Zubiri de la ontología heideggeriana. Para Heidegger, estar presente en la intelección era desvelación. Para Zubiri, sin embargo, la desvelación no es formalmente el acto de intelección, sino un carácter especial de la actualización. Si hay desvelación es porque hay actualización, y por ello el momento de desvelación está fundado en el momento de actualización. La condición propia y formal de lo inteligido es estar actualizado en la inteligencia sentiente. Zubiri analiza lo dado en la impresión sensible. La apertura radical está ya en la impresión de formalidad de realidad, cuyo carácter no es ni conceptivo, ni lógico, ni siquiera intencional, sino físico, real y "noérgico".

Para corregir a Heidegger, Zubiri se volvió hacia Aristóteles. En él encontró que "entender" había significado unas veces demostrar y otras especular, pero que en el mismo estagirita "entender" había significado también 'experimentar, sentir'. La tarea filosófica primaria fue entonces describir los datos inmediatos no como datos de conciencia, sino como datos del sentir que hacen saber de las cosas mismas en su realidad. El sentir se convirtió para Zubiri en la única y auténtica vía de acceso a la realidad. Desde Aristóteles se había hablado de la actualización como un acto común de lo cognoscente y lo conocido, pero no se había dicho que el carácter de realidad es lo que constituye formalmente la experiencia. Zubiri descubre que el constitutivo formal de la experiencia es ser probación física de la realidad, es decir, la actualización de las cosas en su realidad. Los tres tomos de su obra Inteligencia sentiente son el resultado del encuentro y la confrontación con Aristóteles sobre el sentir. La obra es el desarrollo de una idea raíz: la intelección humana es formalmente mera actualización de la realidad en la inteligencia sentiente. El neologismo "sentiente" expresa el carácter sentiente de la inteligencia. "Inteligir es un modo de sentir y sentir es en el hombre un modo de inteligir", repite constantemente Zubiri. "El sentir humano y el inteligir constituyen en su intrínseca y formal unidad un solo y único acto de aprehensión". La realidad se siente, se aprehende como realidad por los sentidos, y sólo si la realidad es de algún modo sentida, podrá ser concebida o pensada realmente. La intelección consiste en ser mera actualización de lo real. Ello significa que la principal y radical función de la inteligencia es dejarse apoderar por la realidad sentientemente aprendida, quedar apoderado por ella, de manera que las demás funciones intelectivas, como afirmar, juzgar, etc., se desenvuelvan desde esta radical implantación en la realidad.

Haber superado la tradición filosófica clásica y haber construido una forma de realismo abierto son los dos caracteres primarios del radicalismo filosófico de Zubiri. Un realismo que es abierto, en primer lugar, porque la realidad está continuamente dando de sí "en" y "desde" la materia. Pero físicamente no se reduce todo a la materia, ya que hay estrictas irreductibilidades y niveles jerárquicos. Según Thomas B. Fowler, este carácter jerárquico de la realidad es una de las aportaciones principales de la reflexión zubiriana para la creación de un nuevo paradigma de complementariedad entre la ciencia moderna y la filosofía. Para Fowler, el enfoque jerárquico de los sistemas de Zubiri muestra que la realidad tiene "estratos" o "niveles" y que el comportamiento de cada nivel es constreñido por, pero no determinado completamente por, los niveles de abajo. Este enfoque jerárquico de los sistemas hace fracasar inevitablemente todo reduccionismo materialista de la realidad. Como escribió textualmente el propio Zubiri: "sería un ingente error pensar que las estructuras trascendentales del ser penden sólo de la estructura de los electrones o de la materia inanimada. Estamos siempre propensos a creer que cuando se alude al amor o a las personas se está hablando de unas cosas antropomórficas y metafóricas, pero que lo que cuenta son los campos electromagnéticos y los electrones. Pero ¿por qué? ¿Es que no son realidades aquellas otras cosas? [...] No es lo mismo la estructura dinámica del movimiento local, la estructura dinámica de los fenómenos físicos, que la estructura dinámica de un ser vivo, de una persona humana, y mucho menos del conjunto entero de la historia y de la sociedad humana" (Estructura dinámica de la realidad, 64).

El realismo zubiriano es también abierto, porque la realidad está continuamente dando de sí "en" y "hacia". Físicamente, hay una apertura a la realidad en tanto que realidad, pero ésta no sólo se le "actualiza" al hombre en la inteligencia sentiente, sino que además se le "impone" con una fuerza "última", "posibilitante" e "impelente". Es el poder de lo real que liga, que "religa", al hombre a la realidad. Es lo que Zubiri llama religación. La religación, por tanto, es un dato primario que surge de la mera descripción de lo dado en la impresión de realidad, en tanto que dado en ella. Y a este poder de la realidad en tanto que último, posibilitante e impelente lo llama Zubiri "deidad". La deidad no es Dios, sino la propia realidad intramundana en cuanto poderosa y religante. Pero el poder de lo real es enigmático. No porque resulte oscuro, sino porque apunta al fundamento de la deidad misma. La religación, el poder de lo real, no agota en la deidad el problema de Dios, tan sólo lo plantea enigmáticamente. La religación lanza a la persona, realidad relativamente absoluta, allende la impresión de realidad, a la búsqueda, ya desde la razón metódica, de ese fundamento del poder de lo real, realidad absolutamente absoluta, Dios.

Una filosofía como forma de vida

En la filosofía de Zubiri, además de una forma sólida de arquitectura filosófica, encontramos también un modo vivo de realizar su dedicación a la filosofía, una forma de vida. Es difícil encontrar en el pasado histórico español la figura de un filósofo que, como Zubiri, haya mantenido tan rotunda coherencia entre su opción vital y su dedicación intelectual en circunstancias difíciles. No se halla con facilidad el perfil de un pensador que atendiera a los problemas sin tener en cuenta el grado de aceptación que las soluciones pudieran suscitar en el público lector, y que tuviera una disconformidad tan permanente con su propia tarea que se exigiera a sí mismo la revisión continua de sus ideas. Zubiri, aunque profesional y profesor de filosofía, se sentía, como le gustaba decir, simple "profeso" en filosofía. Ser un profeso de la filosofía significaba para él ser un humilde y eterno novicio, impelido, arrastrado y poseído por la llamada de la verdad. Ese espíritu del profeso lo entendió el propio Zubiri como una búsqueda incesante de la verdad, como profesión de verdad. Zubiri lo decía frecuentemente con san Agustín: "Busquemos como quienes van a encontrar, y encontremos como quienes aún han de buscar, pues, cuando el hombre ha terminado algo, entonces es cuando empieza". El 18 de octubre de 1982, Zubiri recibió el Premio Nacional de Investigación Santiago Ramón y Cajal, y en su discurso de recepción del galardón hizo una especie de recapitulación testamentaria de su vida: "La investigación de la realidad verdadera no consiste en una mera ocupación con ella. Ciertamente es una ocupación, pero no es mera ocupación. Es mucho más: es una dedicación. Investigar es dedicarse a la realidad verdadera. Dedicar significa mostrar algo (deik) con una fuerza especial (de). Y tratándose de la dedicación intelectual, esta fuerza consiste en configurar y conformar nuestra mente según la mostración de la realidad, y ofrecer lo que así se nos muestra a la consideración de los demás. [...]. Esta profesión es algo peculiar. El que no hace sino ocuparse de estas realidades, no investiga: posee la realidad verdadera o trozos diversos de ella. Pero el que se dedica a la realidad verdadera tiene una cualidad en cierto modo opuesta: no posee verdades, sino que, por el contrario, está poseído por ellas. En la investigación vamos de la mano de la realidad verdadera, estamos arrastrados por ella, y este arrastre es justo el movimiento de la investigación".

Bibliografía

Fuentes

ZUBIRI, X.: Naturaleza, Historia, Dios, Madrid: Editora Nacional, 1944.
---: Sobre la esencia, Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1962.
---: Cinco lecciones de Filosofía, Madrid: Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1963.
---: Inteligencia sentiente, Madrid: Alianza Editorial-Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1980.
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Autor

  • José Manuel San Baldomero Ucar