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HistoriaLiteraturaBiografía

Vidal de Noya, Francisco (ca. 1415-1492).

Religioso, humanista, escritor y político español, obispo de Cefalú (Sicilia) entre 1485 y 1492. Nacido en Aragón hacia 1415 y muerto en Valencia el 18 de abril de 1492. Fue maestro del rey Fernando el Católico y, más tarde, uno de sus más estrechos colaboradores, sobre todo en cuestiones tocantes al gobierno de Italia.

No se conocen demasiados datos de su infancia y juventud, y aun los existentes están rodeados de confusión. Durante el siglo pasado se le consideró un poeta catalán, por lo que ha existido cierta tendencia a denominarle Francesc Vidal de Noia, o incluso como Francesc Vidal d'Anoia, tal vez insinuando un ligero parentesco con el famoso trovador Berenguer d'Anoia, autor del Mirall de trobar, una conocida obra manuscrita del siglo XIV. No obstante, los estudios de Latassa y Ortín sobre escritores aragoneses argumentan con más fiabilidad tal origen para Vidal de Noya, aunque tampoco se sabe nada seguro de su primigenia formación académica.

A mediados del siglo XV, el prelado aragonés estudió en la prestigiosa universidad de París, obteniendo el grado de Doctor en Teología y en Artes. Las doctrinas de Juan Duns Scoto fueron su tema predilecto, constituyéndose en un experto en la materia. Una vez de vuelta a la península ibérica, algunos autores han insinuado que Vidal de Noya obtuvo un beneficio eclesiástico en la población gallega de Noya, de donde derivaría su inusual apellido aragonés. No obstante, lo único seguro es su ingreso en la corte aragonesa, primero como escribano y después como maestro del heredero del trono.

Maestro del Rey Católico

En octubre de 1466 ya figura como "maestre de legir e de arts" del joven príncipe Fernando, además de ser su secretario privado. En esta labor docente, Vidal de Noya coincidió con otros prestigiosos hombres de letras, como los catalanes mosén Miguel de Morer y mosén Antoni Vaquer, el castellano fray Hernando de Talavera y el siciliano Gregorio de Prestimarco. Es bastante posible que de esta etapa como maestro date su amistad con el célebre obispo de Gerona, Joan Margarit, el autor de la hoy lamentablemente desaparecida Epistola seu Libellus de educatione Ferdinandi Aragoniae principis. Según los estudiosos, Vidal de Noya y Margarit fueron tal vez las dos personas que más influencia habrían de ejercer en la carrera política del futuro Rey Católico. El progresivo ascenso cortesano del religioso aragonés contó con la total conformidad del monarca Juan II, padre de Fernando, quien debió sopesar debidamente su valía para que modelase intelectualmente al que habría de ser heredero del reino.

De manera paralela, Vidal de Noya comenzó a acaparar diversos cargos y beneficios eclesiásticos que le procuraron diversas rentas para su mantenimiento. En 1473 alcanzó el grado de canónigo de Gerona, y en septiembre del citado año el príncipe Fernando intentó promocionarle sin éxito al obispado de Vic. También hacia esta misma época su nombre comienza a ser citado como protonotario apostólico, lo que es indicativo de su buena relación con el papado. De hecho, en 1477 el papa Sixto IV le concedió el priorato del monasterio zaragozano del Pilar, oficio del que Vidal de Noya tomó posesión mediante un procurador, ya que no llegó a residir efectivamente en Zaragoza hasta 1479. Ya como rey de Aragón, Fernando el Católico continuó favoreciendo los intereses de Vidal de Noya en la península ibérica mediante la concesión de beneficios eclesiásticos. Algunas de estas concesiones no fueron bien admitidas por la jerarquía eclesiástica, como fue el caso, en 1483, del pleito entablado por el priorato mayor de Tortosa o con diversas canonjías en Ávila y en Santiago que el monarca aragonés ansiaba conceder a su hombre de confianza y que, finalmente, fueron desechadas por diversos motivos.

Embajador en Italia

Hacia 1484, es frecuente encontrar citado al prelado aragonés en diversa documentación cancilleresca como "magistro Francisco Vitali Noyano, archidiacono Syracusano". Ya antes de la concesión de este nuevo beneficio, el de arcediano de Siracusa (Sicilia), el aragonés había viajado a Italia para encargarse de algunos negocios reales. De hecho, a partir de la concesión del rango de cardenal a Joan Margarit, Vidal de Noya colaboró activamente, en el plano diplomático, con el veterano obispo gerundense en la representación de los asuntos del Rey Católico en territorio italiano. Fue, naturalmente, el paso previo a que Vidal de Noya se convirtiese en embajador de Aragón.

Si una de las características esenciales de la diplomacia de esta época es la existencia de una profunda relación personal de confianza entre el monarca y sus embajadores, parece lógico que Vidal de Noya fuese uno de los primeros candidatos. Su primera misión diplomática tuvo lugar en 1477, cuando negoció en Roma con el papa Sixto IV la entrega de la provisión del maestrazgo de Santiago, vacante por la muerte de Rodrigo Manrique, a favor de la reina Isabel. Seguramente el saldo positivo de esta embajada fue valorado de manera debida para que, años más tarde, Vidal de Noya ocupase un lugar de capital importancia en los negocios que los Reyes Católicos mantenían en territorio italiano.

Así, el 13 de octubre de 1483 Fernando de Aragón dirigió varias cartas de presentación de su embajador al papa Sixto IV, a Rafael Riario, cardenal de San Jorge (con copia para otros seis cardenales), y, por último, para su primo, Ferrante de Nápoles, rey de Sicilia; en este último documento, el Rey Católico describe a Vidal de Noya como "persona a nos tan leal y accepta que para con Vuestra Excellencia no havría menester carta de creencia", lo que permite calibrar perfectamente la confianza en él depositada para que el Rey Católico transmitiese a los nobles italianos la condición plenipotenciaria de su antiguo maestro en los asuntos concernientes a Italia.

Puede decirse que la labor diplomática de Vidal de Noya fue clave en el intento por parte de Fernando de Aragón de salvaguardar el equilibrio de los estados italianos, turbado por las malas relaciones entre su primo, Ferrante I, y la nobleza italiana. Estos problemas habían desencadenado la llamada crisis de Ferrara en 1482, provocando la alianza de Venecia y el papa contra el rey de Nápoles. Además de ello, el prelado aragonés se convirtió también en la voz autorizada de su antiguo pupilo con la Santa Sede: en diciembre de 1483, el Rey Católico enviaba instrucciones a Vidal de Noya, que se encontraba en Roma, para que, junto a Gonzalo de Beteta, gestionara ante el pontífice un indulto, con el objetivo de poder otorgar a los capellanes y cantores de su capilla beneficios y dignidades en todas las diócesis de sus reinos.

Después de haber realizado una breve misión diplomática en Saboya y Génova, Vidal de Noya regresó de nuevo a Roma en marzo de 1484. Allí, junto al vicecanciller Rodrigo de Borja, debía gestionar ante el papa Sixto IV la concesión de unas bulas que permitieran al rey la imposición de sisas en el reino de Aragón, prohibidas por fuero y castigadas con la pena de excomunión. A partir de este momento, la labor diplomática de Vidal de Noya se centró en la pugna con el papado en asuntos concernientes a la provisión de obispados vacantes y la concesión de beneficios para sus servidores. Para el Rey Católico, el nombramiento de cargos eclesiásticos en sus reinos dependía exclusivamente de su persona, negándose a reconocer la práctica reservacionista de la Corte romana o la elección libre por parte de los cabildos catedralicios. Ni qué decir tiene que ante las posturas antagonistas del monarca y de la Santa Sede, la habilidad del diplomático aragonés sustentó muchos de los logros alcanzados en esta época. No estuvo sólo, sino que contó con la compañía de otros prestigiosos embajadores, principalmente Gonzalo Fernández de Heredia y Francisco de Rojas.

Obispo de Cefalú

La última noticia conocida de Vidal de Noya como embajador está fechada el 20 de agosto de 1485, con ocasión de ciertas instrucciones destinadas al infante don Enrique, lugarteniente de Cataluña. Para entonces, y continuando con el incremento de beneficios que el Rey Católico le hizo honor durante toda su vida, el aragonés ya había viajado a Cefalú (Sicilia) para hacerse cargo de la pequeña diócesis insular, sufragánea de la de Palermo. Sin embargo, la decisión de promover a Vidal de Noya se tomó a última hora, puesto que en un primer momento Enrique de Aragón (sobrino bastardo de Fernando el Católico) iba a ser el sustituto del dominico Giovanni Gatto, el prelado natural de Messina que había ocupado el obispado entre 1472 y 1484. Pero este relevo no se llegó a cumplir, puesto que Enrique murió poco antes de tomar posesión; este triste deceso fue, a la postre, el que permitió que la relación de Vidal de Noya con la organización eclesiástica de Sicilia se ampliase, pasando de arcediano de Siracusa a obispo de Cefalú. El 20 de octubre del mismo año, el rey enviaba desde Sevilla a Inocencio VIII las ejecutorias. La bula fue sellada por el pontífice el 26 de noviembre de 1484, mientras que la oblea le fue impuesta por el que había sido su pupilo, el rey Fernando, en 1485, momento que puede considerarse la culminación de la carrera eclesiástica de Vidal de Noya.

No existen demasiadas noticias referentes a su labor como obispo en Cefalú, salvo que durante su estancia en Roma le fueron enviadas diversas cartas que hacían referencia a asuntos del obispado. También se conoce el nombre de su procurador, Lope de Sant Martín, que fue el encargado de representarle en cierto litigio que, en nombre del capítulo de canónigos de la sede, presentó Francisco de Jacobo a propósito de las competencias de jurisdicción entre obispo y capítulo. En realidad, tampoco estuvo mucho tiempo al frente de la diócesis, ya que Vidal de Noya falleció en Valencia el 18 de abril de 1492, lugar en el que desembarcó por razones desconocidas. Una parálisis fue la causa.

Vidal de Noya, humanista, traductor y poeta

Su erudicción clásica, su conocimiento del latín y también sus inquietudes culturales, hicieron posible que el aragonés acometiese la arriesgada tarea de traducir no ya a un clásico, sino a uno de los clásicos por antonomasia: Cayo Salustio Crispo. En efecto, Vidal de Noya escogió al polígrafo romano como fuente para llevar a cabo sus conocidas traducciones al castellano de La guerra de Yugurta y las Catilinarias. Estas traducciones, comenzadas de forma manuscrita hacia 1470, gozaron de cierto prestigio dentro de los consumidores de estas obras merced a su impresión en las prensas zaragozanas de Pablo Hurus (1493). La crítica moderna considera que las traducciones vidalianas de Salustio mejoran bastante las anteriores, efectuadas por Vasco de Guzmán (pariente del escritor castellano Fernán Pérez de Guzmán), y sólo se vieron superadas siglo y medio más tarde, cuando el portugués Manuel Sueyro realizó las impresas en Amberes (1615). A su vez, el hecho de que sus obras se imprimiesen en la oficina de Pablo Hurus pone en contacto a Vidal de Noya con todo el efervecescente entramado humanista de la capital aragonesa, que contaba con eruditos tan destacados como Andrés Eli y Gonzalo García de Santa María.

Por otra parte, Vidal de Noya también cuenta con dos breves pero importantes intervenciones poéticas en el Cancionero general que recopilase Hernando del Castillo en 1511. Se trata de dos respuestas a dos caballeros castellanos: Sancho de Rojas, señor de Cavia, y Gómez Manrique, el conocido corregidor de Toledo, hermano del conde de Paredes y tío del poeta Jorge Manrique. El hecho de que las dos poesías de Vidal de Noya tengan un notable contenido político ha hecho pensar a algunos estudiosos en que se realizasen en 1469, cuando hipotéticamente el maestro aragonés acompañó a Castilla a su discípulo, con motivo de la boda de éste con la futura reina Isabel. De ser así, el debate lírico que ha pasado a la posteridad merced a la compilación cancioneril de Castillo se produjo en el entorno cortesano del arzobispo Carrillo, uno de los más reputados de la época. Como puede observarse, la valía cultural del obispo de Cefalú no fue menor que su categoría diplomática y docente. Los benevolentes versos con que Gómez Manrique le inquirió una respuesta son buena prueba de la alta estima con que Vidal de Noya contó en el ambiente humanista del siglo XV peninsular:

Pues no seáis avariento
de vuestra ciencia sobrada
contra mí, que soy sediento
por saber y no sé nada
en vuestra comparación,
maestro muy elegante,
digno de veneración,
más que Virgilio ni Dante.

Bibliografía

  • LADERO QUESADA, M. A. La España de los Reyes Católicos. (Madrid, Alianza, 1999).

  • LATASSA Y ORTÍN, F. Bibliotheca Antigua de los escritores aragoneses que florecieron desde la venida de Christo, hasta el año 1500. (Zaragoza, Medardo Heras, 1796, 2 vols.)

  • MADRID SOUTO, R. & PEREA RODRÍGUEZ, O. "Francisco Vidal de Noya, obispo de Cefalú: clérigo, humanista y poeta al servicio del Rey Católico". (Actas del XVII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, Barcelona-Lleida, 2000 [en prensa]).

  • VICENS VIVES, J. Historia crítica de la vida y reinado de Fernando II de Aragón. (Zaragoza, Institución "Fernando el Católico", 1962).

Autor

  • Óscar Perea RodríguezRosa María Santos Ruiz