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PolíticaBiografía

Vargas Torres, Luis (1855-1887).

Político y militar ecuatoriano, nacido en Esmeraldas en 1855 y muerto en Cuenca, el 20 de marzo de 1887. Fue un auténtico mártir de los ideales liberales y apoyó en todo momento los proyectos revolucionarios de Eloy Alfaro. Decidido a hacerse sacerdote, ingresó en el Seminario Mayor de Quito, donde siguió la carrera eclesiástica hasta 1878, año en que abandonó el seminario. Para aquel entonces, ya había perdido la fe en las instituciones eclesiásticas. Más adelante ingresaría en la Logia Masónica Orden y Libertad de Lima, pero siempre mantuvo la fe en un Dios supremo, recto y justo, en absoluto reñido con el progreso de los pueblos.

Hacia 1880 se trasladó a Guayaquil, donde se dedicó a los negocios en sociedad con Domingo Avellaneda. Conocedor de que Eloy Alfaro, a la sazón exiliado en Panamá, preparaba una revolución contra Veintemilla, Vargas Torres vendió su negocio y viajó para unirse con el general en Panamá y ayudarlo con su persona y con sus recursos económicos. En 1883 regresa a Esmeraldas y logra sublevar a la ciudad, para luego, unido a Eloy Alfaro, dirigirse a Guayaquil, ciudad que toman por asalto. Fracasado el primer intento de revolución, Eloy Alfaro se dirige de nuevo a Panamá, desde donde regresaría en 1884 para intentar de nuevo tomar el poder. Ante el nuevo fracaso, Alfaro se exilia en Lima, donde forma el Consejo Provisional Revolucionario, en el que incluye al coronel Vargas Torres. A finales de 1886, Alfaro le propone dirigir la invasión de Ecuador. El coronel esmeraldeño acepta gustoso y se dirige a Piura, desde donde comienza su avance hacia Loja, proclamando la Jefatura de Eloy Alfaro en Cotacocha. Tras un combate de unas tres horas, Loja cae en poder de los revolucionarios, pero reconquistada la ciudad unos días más tarde por el coronel Vega Muñoz, Luis Torres es hecho prisionero con muchos de sus seguidores. Sometidos a juicio, son condenados a muerte Luis Torres, Pedro José Cavero, Jacinto Nevares y Filomeno Pesantes -sindicados de ser los cabecillas-, y un soldado -Manuel Piñeiros- que fue elegido al azar. Todos ellos solicitaron la condonación de la pena, menos Vargas Torres, que tenía como algo indigno "implorar el perdón del enemigo". Tuvo oportunidad de salvar la vida cuando su hermano le hizo salir de la cárcel; pero prefirió volver a la misma porque no soportaba dejar solos a sus compañeros. El 20 de marzo de 1887 fue fusilado en la Plaza Mayor de Cuenca, sin dar la espalda al pelotón de ejecución y sin permitir que le vendaran los ojos. Con toda serenidad y valentía, momentos antes de la ejecución saludó con su sombrero de Jipijapa a sus compañeros de prisión, que le observaban desde las ventanas. La noche anterior había escrito algunas cartas de despedida y un mensaje titulado Al borde de mi tumba, cuyas últimas palabras eran: "Quiera Dios que el calor de mi sangre que se derramará en el patíbulo enardezca el corazón de los buenos ecuatorianos y salven a nuestro pueblo". Al triunfar la revolución liberal en 1895, sus restos fueron trasladados a Guayaquil y, en 1953, a Esmeraldas, donde hoy reposan.

Autor

  • CCG.