Spinoza, Baruch (1632-1677).
Filósofo holandés nacido en Amsterdam en 1632 y muerto en La Haya en 1677. Acérrimo defensor de la libertad de pensamiento, desde muy pronto se formó en torno a él una especie de mito, como ejemplo de ateo virtuoso. Partiendo del método geométrico cartesiano, Spinoza llega al más estricto deísmo, el cual fue calificado de ateísmo.
Vida y obras
Fue criado en el seno de una familia judía procedente de Portugal -a su vez oriunda de España-. Su nombre original era Baruch Espinosa. Después de aprender latín, estudió a Cicerón, a Séneca y a los escolásticos, y más tarde a los filósofos contemporáneos, como F. Bacon, Descartes y Hobbes. Crítico con la comunidad ortodoxa judía, fue expulsado de la sinagoga. Habiéndosele negado la participación en la actividad comercial de su familia, optó por una pobreza digna y ejerció hasta su muerte el oficio de pulidor de lentes para telescopios y microscopios. Entre sus escogidas amistades, hay que contar a Jan de Witt, jefe de la oposición liberal a la política de los príncipes de Orange, y abanderado de la tolerancia religiosa. Fue profesor de filosofía en la universidad de Heidelberg. Tras la caída de Witt, Spinoza renunció también a su cátedra para no comprometer su propia libertad de pensamiento. Murió en La Haya, víctima de la tuberculosis.
Sus obras principales son: Breve tratado sobre Dios, el hombre y su felicidad (obra escrita en 1660, pero que no fue encontrada hata el siglo XIX), Ethica more geometrico demonstrata (1665), Principia philosophiae cartesianae (1663), Tractatus theologicus politicus (1670). Después de su muerte fueron publicadas: Ethica, De intellectus emendationes, Tractatus politicus (inacabada), Compendium grammaticae linguae hebreae.
Pensamiento filosófico
Al comienzo de su obra Tractatus de intellectus emendationes Spinoza se pregunta en qué sentido debe actuar el hombre para alcanzar la inserción en su verdadera naturaleza. Las riquezas, los honores y los placeres, más que acercarnos, nos impiden la consecución del verdadero bien para el hombre: su felicidad. Por el contrario, el hombre accede a su plenitud cuando se identifica con el orden eterno, la naturaleza toda en sus leyes. Conocer cuál es esa naturaleza será la máxima preocupación de Spinoza. Estructura su método a través de los siguientes pasos: en primer lugar estableciendo las definiciones, después unas proposiciones evidentes (axiomas), para continuar con las consecuencias y finalizar con las explicaciones. Es evidente su dependencia de Descartes en cuanto al método, a la física y a la psicología, pero las diferencias entre ambos son absolutamente manifiestas.
Dios y el mundo
Para Spinoza, Dios "está ahí" como sustancia única. No se preocupa por la justificación de su existencia, sino por el cómo de su presencia. Así nos encontramos con la primera y básica afirmación de Spinoza: Dios es la única sustancia, que contiene todo el ser y que se identifica con la naturaleza (Deus sive substancia sive natura). Su concepto de sustancia es el mismo que el de Descartes: aquello que es en sí y se concibe por sí, cuyo concepto no necesita del concepto de otra cosa del cual deba tomarse. Ahora bien, no se dan en él las tres sustancias cartesianas, sino un sola: todo es un todo. Es el panteísmo spinoziano. El mundo no es más que atributo, mejor dicho, dos atributos: la extensión y el pensamiento, en cada uno de los cuales se dan infinidad de modos, que vienen a ser las realizaciones de los atributos. De esta forma Spinoza evade el agudo problema de la comunicación de las sustancias, que tanto preocupa al racionalismo. Al no hablar de sustancias distintas entre alma y cuerpo, tampoco se plantea el problema de su intercomunicación. En realidad sólo se da la simple correspondencia, sincronización paralela, que corre a cargo de la sustancia, o sea, de Dios. El hombre, que no es más que un conjunto de modalidades, está constituido por un alma (modo del atributo divino de pensamiento) y un cuerpo (modo del atributo divino de extensión). Su espíritu es parte del espíritu todo; y su cuerpo, parte del mundo extenso. Como ambos componentes son distintos, las "reacciones" en ellos proceden de su dependencia específica: la idea procede de otra idea, y el cuerpo de otro cuerpo.
Ética
La trayectoria del pensamiento de Spinoza tiende a hacer culminar la especulación en la moral. El pensamiento filosófico debe guiar al hombre a la consecución de la felicidad. Se ha de comenzar por conocer las pasiones, debido al influjo importante que tienen en el hombre. Todas las pasiones se concretizan en el impulso a la propia conservación. Si esta conservación se consigue en forma satisfactoria, revierte en alegría, pero si la conservación se ve menguada, resulta la tristeza. Es necesario dominar las pasiones, y ello se logra a través del saneamiento y perfeccionamiento del entendimiento. El camino de la perfección sigue los mismos pasos que los grados del conocimiento, los cuales para Spinoza son tres:
1. Conocimiento empírico, que se limita a captar pasivamente lo aprehendido por los sentidos; basado en este conocimiento el hombre se guía por las pasiones.
2. Conocimiento racional, a través del cual el hombre es capaz de regirse por las leyes, y se libera así de las pasiones.
3. Conocimiento puro, a la vez intuitivo y racional, con el que el hombre se eleva al Todo, se une a Dios (amor Dei intellectualis), que es la cúspide de la estructura racional del Universo. En esta proyectada consecución de la virtud, el hombre sigue necesariamente, el dictado de la naturaleza. Por lo tanto, no es libre. Su libertad queda reducida a conocer la naturaleza de Dios, a acoplarse a ella, al modo que ya predicaron los estoicos.
Sociedad y política
Dado que el móvil del actuar humano, para Spinoza lo mismo que para Hobbes, es el instinto de conservación, se ve abocado a aceptar el estado natural, en el que privan las pasiones y el instinto. Al asociarse, los hombres buscan su propia utilidad, pues de por sí son naturalmente enemigos unos de otros. El derecho positivo está inspirado en la pasión y no en la razón. Podríamos hablar de una moral de pasiones. El hombre, en definitiva, vale cuanto puede. Lógicamente, Spinoza identifica esta potencia actuante del hombre con la potencia de Dios. El derecho natural está constituido por las propias leyes de la naturaleza, o las reglas conforme a las cuales todo acontece. Pero el propósito de Spinoza es el establecimiento de una sociedad encauzada racionalmente, según unas leyes que los miembros de la sociedad establecen, y que deben limitar también el poder del Estado. Si éste no se autolimita, puede perder el poder, y ser depuesto por la fuerza. Para Spinoza, la democracia es la forma de gobierno más en consonancia con la libertad individual. En el Tractatus theologicus politicus expone la tesis de que en un estado no tiránico, cada individuo tiene el derecho a pensar como quiera y a expresar libremente su pensamiento, sin que la autoridad política interfiera en las cuestiones que sólo atañen a la conciencia de los particulares. En cuanto a la fe religiosa, ésta se agota en la obediencia y se expresa en la práctica de la justicia y la caridad hacia el prójimo. Esto es lo que la Biblia enseña de modo constante; lo demás depende de las mentalidades de las distintas épocas.
Bibliografia
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MATHERON, A., Individu et coummunauté chez Spinoza, París, 1969.
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MORALES, C., Baruch Spinoza: tratado teológico-político, Madrid, 1978.
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PRÉPOSIET, J., Spinoza et la liberté des hommes, París, 1967.
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CCG