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PolíticaHistoriaBiografía

Sánchez Cerro, Luis (1889-1933).

Militar y Presidente de la República peruana desde 1930; murió asesinado en 1933, sin concluir su mandato. Nació en Piura el 12 de agosto de 1889, siendo hijo de Antonio Sánchez y Rosa Cerro. Pasó su infancia en esa ciudad, viviendo de cerca los problemas limítrofes con Ecuador, que se volvieron turbulentos en los años finales del siglo XIX. Realizó sus estudios escolares en el colegio nacional San Miguel. En 1906 se trasladó a Lima para seguir la carrera militar en la Escuela de Chorrillos, de la que egresa cuatro años después como Subteniente de infantería.

Fue destacado, por su propia solicitud, a Sullana, donde funcionaba un cuartel destinado a guarecer la frontera con Ecuador. En 1911 fue enviado a Sicuani, en el Cuzco y en 1912 a Lima. En febrero de 1914 participó en la revolución que derrocó al Presidente Billinghurst, ocasión en la que perdió dos dedos de la mano derecha y recibió cinco heridas de bala. Desde entonces sus compañeros lo llamaron "el Collota" y "el Mocho".

Fue promovido a Capitán y en tal condición viajó a Washington como adjunto de la legación militar peruana, donde permaneció entre 1914-1916. A su regreso se incorpora a las filas del Regimiento No. 11 estacionado en Arequipa; luego será destacado otra vez a Sicuani y a Cuzco, en esta última como Juez militar.

Estando en Cuzco, en agosto de 1922, dirigió una sublevación contra Leguía, pero fue derrotado y herido, sufriendo prisión en la isla de Taquile, en el Lago Titicaca, y luego en la de San Lorenzo, frente al Callao. Tenía 33 años, el grado de Mayor y había participado en dos revoluciones, pero su carrera ambiciosa parecía terminada. El gobierno de Leguía dictó, sin embargo, una de sus periódicas amnistías con las que pretendía cooptar a los descontentos y fue así que en 1925 Sánchez Cerro volvió al ejército, esta vez como ayudante del Ministerio de Guerra.

Al comienzo pareció que Leguía había ganado un nuevo hombre, puesto que al estallar la sublevación de Pampas, en el Cuzco, se dirigió solo al lugar, rechazando las tropas leales que el prefecto puso a su disposición. Tomó contacto con los rebeldes y los volvió al redil. El gobierno lo premió con un viaje a Europa, en "misión de estudios". Estuvo en España y alistado en el ejército español peleó contra los moros en Marruecos en lo que finalmente sería su única experiencia realmente bélica. También estuvo en Italia y Francia.

Volvió en 1929 y recibió entonces el grado de Teniente Coronel, dándosele el mando de un batallón en Arequipa. Al año siguiente estalló una grave crisis política tras once años de Leguía en el poder. La crisis económica mundial iniciada al final del año anterior, los debates sobre los arreglos fronterizos con Chile y la agitación de nuevos partidos políticos de masas como el APRA y el Partido Comunista calentaron la escena y preludiaron el final del largo gobierno de la "Patria Nueva". Sánchez Cerro fue el encargado de dar el golpe de gracia.

En Arequipa dirigió la llamada "rebelión de los Coroneles", el 22 de agosto de 1930, en lo que fue la primera acción de matiz antioligárquico del ejército peruano. Leguía se embarcó para Panamá, pero el barco fue alcanzado y obligado a volver, tomándosele preso; su casa fue saqueada, igual que la de sus colaboradores. La revolución denunció la corrupción y el entreguismo del régimen anterior y rápidamente obtuvo respaldo popular. Llegó de Arequipa en avión al aeropuerto de Limatambo, en olor de multitud. Su juventud y su energía despertaban el entusiasmo de las gentes. Héctor López Martínez lo describe como "un hombre de corta estatura, magro de carnes, de tez oscura, con ojos negros y chispeantes, gestos enérgicos y don de mando." Desde los tiempos de Ramón Castilla, era la primera vez que un hombre mestizo y de orígenes mesocráticos llegaba a la Presidencia. Era también el inicio de lo que Jorge Basadre ha llamado el "tercer militarismo".

Formó el 29 de agosto una Junta de Gobierno, que presidió. Debió encarar los problemas fiscales derivados de la reducción de los ingresos públicos y la caída de las exportaciones, y los políticos desatados por la movilización aprista y comunista en todo el país. El antiguo civilismo rodeó a Sánchez Cerro, como décadas atrás lo habían hecho con Cáceres, procurando ganarlo para sus intereses y tratando que funcione como muro de contención de la movilización popular antioligárquica. Las ideas del propio Comandante eran un enigma. Sus discursos los escribía un abogado arequipeño, Luis Bustamante Rivero, de un reformismo moderado.

La Junta tomó algunas medidas populares, como la abolición de la ley de conscripción vial y la prohibición de los desahucios de vivienda, y convocó a elecciones para agosto de 1931. Sánchez Cerro, ya todo un caudillo popular se retiró de la Junta el 5 de marzo a fin de poder participar como candidato.

La Junta Provisional, dirigida por el Presidente de la Corte Suprema, fue derrocada por otro golpe militar, del comandante Gustavo Jiménez, quien finalmente entregó el mando a un nuevo comandante: David Samanez Ocampo, otro de los "coroneles" de Arequipa.

Al breve gobierno de Samanez Ocampo le correspondió realizar la reforma monetaria que, bajo la asesoría de la misión Kemmerer, creó el sol de plata y fundó el Banco Central de Reserva (sobre la base del antiguo Banco de Reserva). También debió encarar nuevas sublevaciones en varias partes del país y organizar las elecciones, para las que se creó por primera vez un registro electoral ad-hoc.

Sánchez Cerro ganó las elecciones con su partido denominado la "Unión Revolucionaria". Obtuvo la mitad de los votos efectivos, dejando en el segundo lugar a Haya de la Torre, pero el resultado no fue aceptado por los apristas. El 8 de diciembre de 1931 Sánchez Cerro inició su gobierno. Este estuvo signado por una suerte de guerra civil, promovida por el aprismo, que recorrió el país en 1932.

El gobierno expulsó a los parlamentarios apristas dejando el congreso mutilado; en marzo de 1932 hubo un primer atentado contra Sánchez Cerro en una iglesia de Miraflores; Haya de la Torre fue apresado. En julio estalló la rebelión de Trujillo organizada por el APRA, ahogada en sangre por las fuerzas armadas. También hubo sublevaciones en Huaráz, Huancavelica y el Callao.

Al inicio de 1933 surgió un conflicto con Colombia por cuestiones limítrofes. Cuando el día 30 de abril de ese mismo año el presidente Sánchez Cerro pasaba revista en el hipódromo de Santa Beatriz a las tropas que habían sido movilizadas por el conflicto, fue asesinado por Abelardo Mendoza Leyva, un militante aprista. El jefe de la Casa Militar, coronel Antonio Rodríguez Ramírez, refirió así el crimen: "El general Sánchez Cerro se encontraba patrióticamente satisfecho del gran desfile de los movilizables y voluntarios. Comentaba animadamente el suceso. Nos dispusimos a salir del Hipódromo, luego de haber abandonado la tribuna oficial, cuando hubo terminado la ceremonia. En el automóvil descubierto, subió el Presidente general Sánchez Cerro, a su izquierda tomó asiento el Presidente del Consejo de Ministros, doctor J. Matías Manzanilla; en los asientos interiores del automóvil, delante del Presidente de la República, me situaron y a mi izquierda se sentó el Edecán Mayor Eleazar Atencio."

"El automóvil estaba conducido por los pilotos Rodríguez y Torres Ugarte. Para evitar accidentes y atropellos, el general Sánchez Cerro recomendó que no se fuera muy rápido ya que había mucha gente que atravesaba de uno a otro lado, por esta razón los batidores iban al paso. A la salida del Hipódromo un individuo traidoramente, por la parte posterior del automóvil, detrás del doctor Manzanilla, disparó cuatro tiros seguidos por la espalda al Presidente de la República. Instantáneamente he llegado a extraer mi revólver, pero cuando vi a un individuo que corría por el lazo izquierdo del automóvil tratando de huir, le vi caer muerto. Supe que era el criminal."

"En cuanto sentí los disparos pregunté al Presidente si le habían herido, a lo que respondió afirmativamente. Le interrogué en qué sitio, entonces con la mano derecha señaló el costado izquierdo. Atendido de la mejor manera el Presidente, tanto por el doctor Manzanilla como por el mayor Atencio y yo resolvimos seguir en el mismo automóvil en busca de una clínica y tomamos la dirección del Hospital Italiano. Durante el trayecto, el Presidente de la República estaba sereno. Le tomé el pulso, pero lo notaba débil, le íbamos aligerando de las ropas de general de que estaba uniformado para que no sufriera opresión. El Presidente iba con los ojos abiertos durante el recorrido a la clínica."

"Llegamos al Hospital Italiano, inmediatamente el doctor Raffo salió a recibirle y atenderlo debidamente. Los enfermeros prepararon todo lo conveniente para una intervención, si había caso. Se aplicaron inyecciones al general Sánchez Cerro y se le puso suero. El general Sánchez Cerro en su lecho pidió que se le juntara la almohada, lo que se hizo. El doctor Raffo puso en práctica toda su ciencia para salvar la vida del Presidente, pero todo fue inútil. Este facultativo me llevó a un lugar aparte y me dijo "el general Sánchez Cerro ha entrado en agonía."

El asesino fue derribado de un golpe de cacha en la cabeza por un agente de resguardo presidencial y rematado a tiros por los guardaespaldas cuando se reanimaba. Un gendarme que lo perseguía cayó fulminado de un tiro en la cabeza por secuaces del criminal, lo que probaría que varios hombres participaron en el atentado. El entierro reunió miles de personas en la plaza de armas de Lima, en cuya catedral fue velado el cadáver. El ataúd salió de ella sobre la cureña de un cañón de enormes ruedas, flanqueado por negros de librea.

Sobre el significado político del golpe militar de Sánchez Cerro, así como la inspiración ideológica de la Unión Revolucionaria se han vertido opiniones varias. Julio Cotler lo aprecia como un intento de restauración del civilismo: "A través del apoyo popular y de su alianza con la fracción civilista, Sánchez Cerro perseguía el restablecimiento de las formas políticas de dominación de la República Aristocrática."

Franklin Pease, por su parte, nos brinda otra opinión: "El sanchezcerrismo surgió como un movimiento claramente caudillista. Sánchez Cerro candidato fue recibido por multitudinarias manifestaciones. Su imagen de caudillo se había forjado en las conspiraciones del oncenio y alcanzó culminación al lograr lo que muchos intentaron sin éxito: el derrocamiento de Augusto B. Leguía. Sánchez Cerro tuvo arraigo popular; mestizo, se presentaba ante sus seguidores como un caudillo de origen humilde. Ello lo hacía más cercano al pueblo.

Curiosamente, los apristas llegaron a motejar su candidatura de civilista (quizás el mote de "civilista" sirvió durante un buen tiempo para identificar a todo posible opositor al APRA); nadie podrá dudad que Sánchez Cerro tuvo ciertos respaldos visibles, que provinieron de sectores conservadores, pero no necesariamente vinculados al Partido Civil. Sánchez Cerro fue seguido por la multitud urbana casi del mismo modo que Piérola. Su arraigo popular fue indiscutible, y fue opuesto muchas veces al del APRA. (...) Sánchez Cerro encarnó ideales nacionalistas, lo hizo también la Unión Revolucionaria, cuyo jefe a la muerte de Sánchez Cerro fue Luis A. Flores."

La Unión Revolucionaria sobrevivió por algunos años a su fundador. Sus seguidores, cuyo periódico fue La Opinión, se dieron por usar camisas negras en las manifestaciones de los años treinta, a imitación del fascismo italiano. Esto ha llevado a algunos a imputar ideas fascistas a este grupo, pero podría haberse tratado más bien de una moda que de alguna adhesión ideológica.

No representó Sánchez Cerro el caso del militarismo guardián obsecuente de los intereses oligárquicos. Pero debió actuar en una coyuntura muy difícil, jaqueado por un APRA radical en ideas y métodos; su breve gobierno se desgastó en la lucha contra este partido, quedando de alguna manera condenado a pasar a la historia como el gran represor del aprismo y el movimiento popular.

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