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HistoriaPolíticaBiografía

Prado y Ugarteche, Manuel (1889-1967).

Político peruano, nacido en Lima en 1889 y muerto en 1967, que ocupó la presidencia de la República de Perú en dos oportunidades (1939-45 y 1956-62).

Vida

Miembro de una de las familias más poderosas del país, fue hijo del presidente Mariano Ignacio Prado, que gobernó en el siglo XIX, y que también lo hizo en dos ocasiones, lo cual le dio oportunidad de participar desde muy joven en la vida política del país.
Intervino en el asalto al palacio de gobierno como acompañante al coronel Benavides (4 febrero 1914) cuando dio un golpe de estado al presidente Billinghurst. Fue desterrado por Leguía a Europa, cuando las fisuras entre los políticos representantes de la fuerte oligarquía aristocrática que controlaban el poder se hicieron insalvables debido al proyecto populista y personalista del presidente. A su vuelta ocupó diversos cargos públicos hasta que fue postulado para la presidencia de la República durante el período comprendido entre 1939-45. Fue un candidato sin partido, pero con apoyo oficial; en un momento en el que el país salía de una oscura dictadura, tanto los apristas como los comunistas vieron la candidatura del aristócrata Prado con buenos ojos. El mundo entraba entonces en las convulsiones de la Segunda Guerra Mundial.

Desde su surgimiento como estados nacionales, Perú y Ecuador tuvieron una serie de enfrentamientos fronterizos que, en 1941, llevaron a un conflicto armado, terminado con una incursión peruana en territorio ecuatoriano. Las negociaciones posteriores dieron como resultado la firma de un tratado de paz conocido como Protocolo de Río de Janeiro de 1942, seguido por la aclaración o fallo arbitral de Braz Días de Aguiar de 1945. Prado no sólo hizo la guerra a Ecuador sino que también se la declaró al Japón, antes que otras naciones sudamericanas se comprometieran en la Guerra. Esa declaratoria de guerra significó un negro capítulo en la historia local, cuando bandas populares se dedicaron al pillaje de los negocios de ciudadanos japoneses residentes en Perú o de descendientes de los primeros emigrantes llegados al país a fines del siglo XIX; es más, muchos japoneses o descendientes de ellos fueron hechos prisioneros y remitidos a campos de concentración en los EE. UU.

El período de gobierno de Prado estuvo marcado por las guerras. La economía nacional con la dictadura de Benavides estaba en pleno ciclo de ascenso, con una producción agraria creciente; la minería y minera estable. Sin embargo, el crecimiento poblacional acelerado obligó al país a crecer con él, lo que en esas circunstancias resultó imposible. Con todo, cabe señalar que durante esos años se abrió un ciclo de crecimiento manufacturero, alentado por la “sustitución de importaciones”. Las tensiones, que llevarían al surgimiento de un proceso inflacionario, se pondrían de manifiesto en el periodo siguiente, con el prestigioso abogado José Luis Bustamante y Rivero, en el sillón presidencial.

Terminado su mandato, Prado dejó la política y se dedicó a los negocios y vivió por espacio de mucho tiempo en París donde, a causa de su apoyo a De Gaulle durante la guerra, contaba con simpatías y apoyo.

Prado volvió a la presidencia en 1956. Su gobierno continuó en líneas generales con la tónica del "ochenio" de su antecesor Manuel Odría, aunque mantuvo con menos efectividad el apoyo a la manufactura que caracterizó su primer gobierno. La implantación de una planta siderúrgica en el puerto de Chimbote, con la que el país pretendía emular los esfuerzos de industrialización de naciones como Brasil, Argentina y México, fue una de las obras más importantes. Chimbote además era ya el puerto pesquero más importante y su crecimiento explosivo fue uno de los fenómenos sociales más saltantes del fin de la década.

La demanda por reformar el agro crecía como las movilizaciones sociales. Prado no llegó, sin embargo, a proponer una ley de reforma agraria, limitándose a la creación de un Instituto de Reforma Agraria y Colonización (IRAC), con el "fin inmediato de estudiar, proponer y en lo posible, poner en práctica las medidas necesarios para aumentar la superficie cultivada colonizando la selva, difundiendo la pequeña y mediana propiedad y procurando preferencialmente el establecimiento de granjas familiares", cuyos estudios fueron retomados por los gobiernos siguientes. En 1962, Prado dictó un conjunto de planteamientos que buscaban puntos generales para una futura reforma; su objetivo básico era solucionar los defectos de la estructura agraria, reduciendo la excesiva concentración, evitando el excesivo fraccionamiento de la propiedad privada de la tierra y eliminando las formas insatisfactorias de su tendencia. Pero nada se aplicaría verdaderamente en cuanto a la reforma del agro hasta 1969; antes al contrario, las luchas campesinas por la tierra fueron más bien la marca de la época, como recrean las obras literarias de Manuel Scorza.

El anclaje de Prado con los intereses de la oligarquía no impidió que un discurso paternalista y desarrollista se desplegara desde el ejecutivo. La idea de "impulsar vigorosamente nuestro proceso material y nuestro desenvolvimiento económico" implicaba una mejora en las condiciones de vida de la población mayoritaria, "porque ningún sistema de arraigo popular puede funcionar ni afirmarse cuando las clases menos favorecidas por la fortuna no alcanzan a satisfacer sus necesidades básicas". Prado decía que: "los obreros y los empleados de las ciudades y de los campos no son sólo mano de obra o elementos mecánicos", sino que había que "asignarles su verdadero rol de factor importante en la producción".

En 1959 el ingeniero Rizo Patrón redactó el Plan Perú Vía, que proponía el desarrollo industrial regional, en un intento de para la masiva inmigración hacia la ciudad de Lima, convertida en una inmensa urbe de habitantes empobrecidos que tomaban los cerros y los arenales adyacentes al valle del Rimac. En 1960 se contrató en Estados Unidos una misión de la Arthur D. Littler Inc, que elaboró un programa de Desarrollo Industrial y Regional para Perú, dividido en tres partes: la primera dedicada a un programa de desarrollo industrial, la segunda fue el plan Perú Vía y la tercera estuvo dedicada a las oportunidades industriales del país. Todo revelaba la importancia que tenía el desenvolvimiento de la industria en un mercado cambiante por el crecimiento poblacional y urbano.

Se hacía necesario un cambio en la economía política, así que Prado designó al periodista y político liberal Pedro Beltrán para ocupar la cartera de Hacienda. El nuevo gabinete se comprometió desde el primer momento a alcanzar a corto plazo la estabilidad monetaria, el equilibrio presupuestal y la recuperación de divisas. El 18 de febrero de 1960 se firmó el tratado de Montevideo, por el cual las partes contratantes establecieron una zona libre de comercio e instituyeron al mismo tiempo la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio.

En petróleo y hierro la participación extranjera en Perú era del 100%, en el cobre de 88%, en zinc 67%, en plomo y plata 50%, en pesca 30% y en azúcar 23%. En 1968 la empresa Anderson Clayton controla el 83% de las exportaciones de algodón. Ese mismo año las doce corporaciones norteamericanas más importantes producen o son cruciales en la producción del 54% de las diez principales exportaciones peruanas. El 33% de la producción industrial es controlado por 41 empresas extranjeras. Las empresas agromineras aprovechan las facilidades que el Estado les brinda para realizar un procesamiento primario de su producción; el caso ejemplar es el de la pesca, donde la producción de harina de pescado casi acabó con la anchoveta, depredación que continuó después con otras especies marinas. En realidad, la política económica fijada por Odría, que abrió el camino para esa concentración de propiedad en manos extranjeras, no fue revisada por sus sucesores. El gobierno de Prado expidió la ley de Desarrollo Industrial en 1959, que favorecía en gran medida el que las empresas extranjeras procesasen su producción.

Hasta mediados de los setenta, la ciudad de Lima creció con aspiraciones de urbe cosmopolita. A partir de esta fecha, el crecimiento se detuvo bruscamente; es más, algunos edificios quedaron a medio terminar, testigos de aquel brusco parón. Desde ese momento, el urbanismo limeño fue el de las masas pobres que se abigarraban en extensos asentamientos humanos que pasaron de llamarse “barriadas” a “pueblos jóvenes”. Las avenidas de Tacna y Abancay quedaron como muestra de una arquitectura que aspiraba a gran ciudad en la década anterior, dando paso a una invasión cotidiana y un deterioro propio del abandono. De dos millones de habitantes se pasó a cuatro. La ciudad se atascó en sus vías de tráfico y comenzó el comercio ambulatorio. Entonces las construcciones se trasladaron a Miraflores que, aunque se fue transformando lentamente en una pequeña ciudad cosmopolita, no dejó de tener su aire romántico de balneario. A fines de los 50 apareció la televisión en Lima. La ciudad se transforma en sus costumbres, los "play boys" del Club Waikiki, los luau a imitación de Hawai, la música pop, la minifalda, los pantalones acampanados. Las noticias de la rebeldía y la puesta en cuestión de todo alimentaban los comportamientos desafiantes de la juventud. La Guerra Fría y la posibilidad real de hacer una revolución en Hispanoamérica ponían en tensión a los investigadores de la policía y a los que pensaban en actuar para cambiar el orden de las cosas.

Todos estos cambios hicieron que el aristócrata gobernante quedara como una figura de antaño. En enero de 1959 se produjo la Revolución Cubana, pero el presidente Prado tenía otras cosas en qué pensar. Su segundo mandato casi empezó con su segunda boda, pues durante su estancia parisina tuvo relaciones con una peruana que desde entonces lo acompañó y llegó con él por segunda vez a palacio. En primeras nupcias se había casado con una rica heredera, Clorinda Málaga, así que tuvo que hacer largas y costosas gestiones para anular canónicamente el matrimonio, lo que le llevó a poner en juego todas sus influencias en el Vaticano, al final del papado de Pío XII.

Autor

  • Luis Miguel Glave