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Palacios, Alfredo Lorenzo (1880-1965).

Político, jurisconsulto, escritor, legislador y profesor universitario argentino, nacido en Buenos Aires y muerto en la misma ciudad en 1965. Se graduó en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, de la que fue profesor y decano en 1930. Fue designado profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata, de la que también fue decano. En 1944 renunció a todos sus cargos en las universidades en protesta por la política del gobierno militar al respecto.

Al calor del crecimiento de la inmigración europea, en 1896 se fundó el Partido Socialista argentino, del cual Palacios formó parte desde sus inicios. Por ese partido fue electo diputado a la legislatura de la ciudad de Buenos Aires en 1902, y en 1904 se convirtió en el primer diputado nacional por ese partido y en el primer diputado socialista de América. Los socialistas proponían a los trabajadores una conquista gradual de mejoras a partir de pequeñas reformas. Con esta política obtuvieron buenos resultados en los comicios, pero no lograron consolidar su poder en las organizaciones gremiales, aventajados por el anarquismo o por el sindicalismo. Como legislador, Palacios obtuvo las primeras leyes laborales de la legislación argentina en 1905, referidas al trabajo de los niños y de las mujeres y a la prohibición de la tarea nocturna y dominical.

El socialismo, en cuya dirección Palacios se mantenía, sufrió el desmembramiento de los comunistas en 1918, que fundaron su partido siguiendo las líneas de la revolución rusa. Palacios creó, con la herramienta del partido, un reducto socialista en la Capital Federal que le permitió competir con éxito en ese distrito con los radicales que ocupaban el gobierno desde 1916, pero carecía de fuerzas en el interior del país y no conseguía insertarse en las protestas sociales. El socialismo apostaba por la creación de un ámbito legislativo que permitiera que sus legisladores lograran ventajas para los trabajadores a la vez que confiaba en despertar entre sus seguidores la necesidad de la educación para insertarse en el mercado laboral y en la acción política. Después de las elecciones de 1928, en las que Hipólito Yrigoyen accedió a su segundo mandato, se produjo otra escisión en el socialismo liderado por Palacios. Los que se fueron fundaron el Partido Socialista Independiente, que se colocó en la oposición encarnizada al presidente y formaron parte de la alianza de fuerzas que produjo el golpe contra el radicalismo. La nueva agrupación triunfó en las elecciones de marzo de 1930 en la ciudad de Buenos Aires, venciendo a radicales y a socialistas de Palacios. Éste, como decano de la Facultad de Derecho y en un acto individual y solitario, pidió al presidente Hipólito Yrigoyen la renuncia el 5 de setiembre de 1930, un día antes de producirse el golpe que habría de derrocarlo.

Restablecida la democracia en 1932, el Partido Socialista logró escaños en la Cámara de Diputados que le permitieron en 1933, con Palacios a la cabeza, oponerse a la firma de los tratados con Gran Bretaña negociados por el vicepresidente Roca. Senador entre 1935 y 1943, Palacios luchó en pro de la justicia social y contra el fraude electoral y la corrupción, dos prácticas ampliamente difundidas en el gobierno conservador instaurado tras el golpe de estado de 1930, al punto de que la década ha pasado a la historia argentina con el nombre de "Década infame". En 1936 los socialistas participaron de la reorganización de la Confederación General del Trabajo (CGT), la que organizó varias huelgas durante esos años, y hasta un gran acto para el 1 de mayo, día del trabajo. A su vez, Alfredo Palacios, juntamente con el ex presidente Alvear, heredero de Yrigoyen en el radicalismo, participó de un homenaje a un general pasado a retiro por proponer una vuelta a la democracia irrestricta. En 1938 fue presidente de una comisión del senado que investigó un negociado con tierras efectuado por el poder ejecutivo, lo que le valió, paradójicamente, el apoyo de un grupo ultranacionalista que se manifestaba en contra del presidente Ortiz. Estuvo presente en la conformación del grupo político llamado Acción Argentina, que procuró buscar un punto de acuerdo entre los radicales y los militares de derecha en el período 1940-43. Este grupo proponía un programa que combinaba nacionalismo con justicia social, reforma agraria y desarrollo de los recursos minerales, así como fomento a la industria para proseguir con el proceso conocido como de sustitución de importaciones. Su plan estipulaba también una combinación entre libre empresa y economía controlada por el estado. Esta agrupación fracasó al no haber logrado significativos apoyos populares y fue proscripto por procomunista por el gobierno surgido del golpe del 4 de junio de 1943. Con posterioridad, una parte importante de sus propuestas fueron asumidas por el peronismo.

Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, Palacios tomó partido por los aliados, en contra de la posición neutral asumida por el gobierno argentino. A partir de 1945 muchos dirigentes gremiales socialistas pasaron al incipiente peronismo, a lo que se sumó la pérdida del caudal electoral del Partido Socialista por el atractivo que sobre las bases obreras ejercían las ideas de justicia social propuestas por la nueva fuerza política. En las elecciones que consagraron a Perón presidente en 1946, el socialismo formó parte de la coalición que lo enfrentó, denominada Unión Democrática, en la que convergían desde la extrema izquierda hasta los conservadores, pasando por los radicales. Palacios fue uno de los primeros en oponerse al peronismo, por lo cual durante los dos primeros mandatos de Perón (1946-1955) sufrió persecuciones y exilio, junto con otros dirigentes socialistas, acusado de alentar constantes conspiraciones golpistas. El encarcelamiento de sus dirigentes, acusados de participar en una asonada cívico-militar desbaratada en 1951, impidió que el socialismo se presentara a las elecciones para presidente realizadas ese año, en las cuales fue reelecto Perón. En 1954, ante una nueva llamada a elecciones, ahora para cubrir el cargo del vicepresidente, que había fallecido en 1952, y renovar parte de la cámara de diputados, el socialismo condicionó su participación al levantamiento de las medidas que coartaban la libertad política y de opinión, instauradas a raíz de un intento de golpe militar; como dichas medidas no fueron suprimidas, el partido decidió abstenerse de participar en los comicios. El desánimo entre los socialistas era notorio a consecuencia de la quema y destrucción de la Casa del Pueblo, sede central del partido, como represalia a dos bombas que estallaron durante una concentración peronista el 15 de abril de 1953. Además, el partido se había escindido nuevamente en 1951 con la formación del Partido Socialista de la Revolución Nacional dirigido por Emilio Dickman, quien había sido expulsado por negociar con el gobierno la reapertura del diario partidario La Vanguardia y la libertad de presos de esa agrupación. Todas estas razones explican la abstención electoral del socialismo histórico. Las relaciones de Dickman con el peronismo se hicieron más fluidas, pero para el Partido Socialista de Palacios los vínculos con el gobierno eran cada vez más tirantes, a tal punto que el socialismo y los otros partidos opositores intensificaron sus esfuerzos para malquistar a los militares con Perón a principios de 1955. Sin embargo, en un intento por restablecer su imagen,tras el golpe fallido de la Marina, que bombardeó la Plaza de Mayo y la casa de gobierno en el mes de junio, el régimen reabrió canales de diálogo con los partidos, con lo cual permitió que los opositores hiciesen uso de la cadena nacional de radiodifusión para dirigirse a la población. Por el socialismo estaban designados para hablar Alfredo Palacios y Nicolás Repetto, pero en el último momento se les prohibió hacerlo porque iban a pedir la renuncia del presidente.

Palacios y el partido socialista participaron de la autodenominada Revolución Libertadora, cuya victoria en septiembre de 1955 le supuso como premio la embajada argentina en Montevideo, Uruguay. Ante la creación, a los dos meses del golpe, del Consejo Militar Revolucionario, un organismo formado por el presidente, el vicepresidente y los secretarios de la tres armas, Palacios volvió a Buenos Aires para entrevistarse con el presidente Aramburu y el vicepresidente Rojas, expresando que dicha resolución convertía al poder ejecutivo en prisionero de las fuerzas armadas, lo que era inadmisible en un régimen democrático, y que si la situación no se revertía habría de renunciar a la embajada en Montevideo. Su gestión tuvo éxito, ya que logró que el organismo creado tuviese carácter consultivo más que ejecutivo. Conscientes de la diminución de su base electoral y del hecho de que la posibilidad de recuperar espacio en ese terreno debía lograrse a través de una adecuación del discurso socialista a la nueva realidad, los dirigentes del partido comenzaron a maniobrar en vistas a lograr tal objetivo. De tal modo, el socialismo logró que Palacios fuera elegido en 1957 convencional constituyente al congreso convocado por la revolución libertadora para justificar el decreto de derogación de la constitución de inspiración peronista sancionada en 1949 y restaurar la de 1853. En esa oportunidad, Palacios obtuvo más de 500.000 votos, lo que significaba el 6% del electorado. En 1958 fue candidato a presidente acompañado en la fórmula por Carlos Sánchez Viamonte, pero en esta oportunidad el resultado fue más bien pobre, pues apenas cosecharon 150.000 votos, el 1,6% del padrón electoral, con lo que quedaron en el sexto lugar, superados incluso por el comunismo y por los demócratas, además de ambas fracciones radicales y de los votos en blanco, suceso que puso en crisis toda la estrategia seguida por el partido desde 1955. A consecuencia de esa vicisitud, en 1958 se produjo una nueva división que dio por resultado la formación del Partido Socialista Democrático, liderado por Américo Ghioldi, dirigente que encarnaba el antiperonismo más recalcitrante, mientras que el viejo tronco, siempre liderado por Alfredo Palacios, agregaba el aditamento Argentino a su denominación y adoptaba posiciones más afines al peronismo. Esta modernización del discurso socialista permitió en 1961 a Palacios acceder a la Cámara de Senadores como representante de la ciudad de Buenos Aires, su último cargo electivo. En este caso, la campaña de Palacios se basó en una posición de apoyo a la revolución cubana, por lo que logró el respaldo de comunistas y peronistas y logró, a pesar de sus buenas relaciones con las Fuerzas Armadas, la desconfianza de los medios militares, que lo acusaron de procomunista. En las siguientes elecciones, en las que el peronismo pudo presentarse por haberse levantado algunas de las proscripciones que pesaban sobre él, el socialismo volvió a obtener resultados poco alentadores, lo que pone en evidencia que los dueños de una parte sustancial de los votos de 1961 eran los peronistas. En consecuencia, la diáspora socialista continuó, ahora hacia la izquierda, con la fundación de agrupaciones minúsculas y algunas de muy corta vida como la Vanguardia Popular, Vanguardia Comunista, el Partido Socialista de los Trabajadores y el Partido Socialista de la Izquierda Nacional. Palacios se retiró de la política activa pero siguió influyendo en el Partido Socialista. Se convirtió en un personaje pintoresco porque guardaba, hacia 1950, el porte y la vestimenta de principios de siglo, como los bigotes levantados, el sombrero o chambergo, el poncho sobre los hombros y un bastón. Palacios publicó, entre otras obras, La justicia social (1954).

D. Santilli

Autor

  • Daniel Santilli