Duns Escoto o Scoto, John (1266-1308).
Es una de las figuras señeras de la Edad Media. Su posición filosófica estuvo determinada en gran parte por el antagonismo entre el aristotelismo de los dominicos -seguidores de Santo Tomás-, y el agustinismo de los franciscanos. La síntesis que logró hacer de ambas corrientes, es una de las más vigorosas del medievo. Duns Escoto recibió también los apelativos de "Doctor Subtilis" y "Doctor marianus", (éste último por su enérgica defensa de la Inmaculada Concepción de la Virgen María).
Vida y obras.
Se da por seguro que nació en Duns (Escocia), pero no se ha podido definir con precisión en qué año. Pudo ser entre el 1266 y el 1274. Hacia 1278 entró en la orden franciscana, sobresaliendo por su inteligencia y por su piedad. Estudió en Oxford y en París. Fue desterrado por defender al Papa Bonifacio VIII contra el rey Felipe el Hermoso. En 1305 se doctoró en teología y en 1307 fue enviado a Colonia, donde murió al año siguiente. También existe imprecisión sobre la autoría de sus obras. Las que con seguridad le pertenecen son: Tractatus de primo rerum omnium principio, Opus Oxoniense (comentarios a las Sentencias), Reportata parisiensia y Quaestiones quodlibetales.
Pensamiento filosófico.
Filosofía y teología.
Escoto parte de la separación tajante entre filosofía y teología, pues tienen poco en común. La filosofía busca conocer el ser valiéndose de la razón; se apoya en el saber empírico. Mientras que la teología se ocupa del saber suprasensible, por lo que no se puede hablar de ella como de una ciencia pura, ya que no se rige por los principios de la demostración. El saber de la teología es eminentemente práctico.
El ser.
El ser es unívoco, es decir, común a Dios y a las criaturas, pues de lo contrario no podríamos saber nada de Dios. Esta univocidad no excluye la diferencia entre Dios y lo creado. Se trata de una communitas de concepto, no de una comunidad real. Los seres se hallan constituidos por una serie de formas superpuestas, las últimas de las cuales, las Haecceitas (de haec, "ésta"), son el principio de individuación. Los seres, por lo tanto, no se individualizan por la materia signata quantitate, como enseñaba Santo Tomás, sino por la forma. Escoto admite la posibilidad de demostrar la existencia de Dios siguiendo los pasos del argumento ontológico anselmiano, pero no cree se pueda demostrar racionalmente la inmortalidad del alma. De las dos facultades de la mente humana, entendimiento y voluntad, Escoto sostiene la primacía de ésta sobre aquél. La voluntad orienta, conduce y estimula a la inteligencia. La voluntad es la fuente de la libertad, tema de manifiesto énfasis en la filosofía escotista. Escoto concibe la libertad como la posibilidad radical del hombre de elevar la lógica de las cosas a Dios.
La moral.
La moral escotista se funda en la voluntad divina. Será bueno lo que Dios ha dictado como tal, y malo lo que se oponga a esos dictámenes de Dios. Al hablar de la ley natural, dirá que únicamente los tres primeros preceptos del decálogo cumplen totalmente las condiciones propias de la ley natural. Dios podría haber variado o excluido los restantes preceptos. Entra aquí el tema de los actos moralmente indiferentes: el hombre es libre de orientar hacia Dios aquellos actos que ni favorecen ni se oponen a la salvación. Lo que sustrae a estos actos del ámbito de la indiferencia es la decisión del sujeto, su actitud interior. Según esto, el acto moral toma del objeto su bondad genérica y de las circunstancias su bondad específica.