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ReligiónLiteraturaBiografía

Donne, John (1572-1631).

Poeta y predicador inglés, nacido en Londres en 1572 y fallecido en su ciudad natal en 1631. El conjunto de su producción poética, tanto en el campo de la lírica amorosa como en el de la poesía metafísica, le configura como uno de los mayores poetas ingleses de todos los tiempos, y un clásico de la poesía barroca universal.

Aunque su padre pertenecía al sector mercantil de la baja burguesía (comerciaba con utillajes de hierro), recibió un importante legado humanístico a través de su otra rama familiar, ya que su madre era hija del dramaturgo John Heywood (el más destacado entremesista de su tiempo) y bisnieta de Tomas Moro. No es de extrañar que, ante este linaje, el joven John Donne fuera educado en la más estricta observación de la religión católica, lo que no fue óbice para que adquiriera en un brevísimo espacio de tiempo un bagaje cultural que habría de convertirle en uno de los intelectuales más destacados de su época.

En efecto, antes de haber cumplido los doce años de edad ingresó en la Universidad de Oxford, donde permaneció durante tres años. Al parecer, es posible que pasara los dos o tres años siguientes en la Universidad de Cambridge, pero este extremo no ha podido ser contrastado documentalmente. Lo que sí se sabe con certeza es que no llegó a obtener ningún título académico en ninguna de estas dos prestigiosas instituciones superiores, y que, a pesar de ello, estuvo otros tres años cursando estudios de Leyes en el Lincoln’s Inn de Londres (1591-1594). Durante aquel tiempo de estancia en Londres, John Donne comenzó a poner en entredicho su fe católica, hasta que, en 1596, renunció a ella para acogerse a la nueva Iglesia de Inglaterra. Al mismo tiempo, comenzó a cultivar el género poético, plasmando sus primeras composiciones en un volumen que, bajo el título de Sátiras, no vio la luz hasta muchos años después. Además, empezó a cultivar algunas de las formas métricas en las que brillaría con mayor luz propia, como la canción y el soneto, moldes que configuraron -también durante este período de estudiante en Londres- un segundo poemario que, al igual que el anterior, circuló en copias manuscritas mucho tiempo antes de que pasara por la imprenta.

Por aquel entonces, su formación cultural ya había alcanzado una amplitud considerable, lo que no le impidió abrazar la carrera de las armas en 1596, para enrolarse en la expedición naval dirigida por Robert Devereux, conde de Essex, contra la ciudad andaluza de Cádiz. Al año siguiente, John Donne tomó parte activa en la campaña de las Islas Azores, y a su regreso a Inglaterra (1598) obtuvo el puesto de secretario privado de sir Thomas Eggerton, Custodio del Gran Sello. Cuando llevaba tres años al servicio de tan poderoso señor, contrajo matrimonio en secreto con una de sus sobrinas, Anne Moore, circunstancia que provocó la ira del guardasellos real, quien despidió a Donne y le acosó hasta lograr encerrarlo en una prisión. Tras un breve período de encarcelamiento, un primo de su esposa se apiadó de ambos y ofreció refugio al matrimonio en sus tierras de Pyrford (Surrey), donde Donne se consagró a la escritura de su extenso poema The Progress of the Soul (El progreso del alma, 1601), una obra en la que se sirvió de la ironía y la burla para describir la transmigración del alma de la manzana del Edén.

Durante aquellos primeros años del siglo XVII, John Donne sobrevivió de mala manera, aceptando algunos oficios que repugnaban a su sensibilidad de poeta. Así, entre 1604 y 1607, trabajó en calidad de abogado al servicio de un autor de panfletos anticatólicos (Thomas Morton), a quien se cree que escribió buena parte de las encendidas soflamas que lanzaba en público. Sin embargo, consiguió no desvincularse plenamente del cultivo de la poesía, y en 1607 ya tenía concluidos sus famosos Poemas divinos y la obra en prosa Biathanatos, un texto que Donne no consintió dar a la imprenta mientras estuviera vivo, pues en él defendía la peligrosísima -en su tiempo- tesis de que el suicidio no podía considerarse pecado. (Biathanatos vio la luz en 1644, trece años después del fallecimiento de su autor).

Tras superar no pocas dificultades económicas, en 1608 consiguió reconciliarse con la familia de su mujer, cuyo padre se avino a concederles una dote con la que aliviaron durante algún tiempo sus penurias. Esta relativa tranquilidad se vio truncada por los graves problemas de salud que empezaron a aquejar a Donne, los cuales no fueron obstáculo para que saliera adelante con un voluminoso tratado en prosa, el Pseudo-Martyr (1610), con el que logró granjearse el favor del rey Jacobo I. Este amparo se debió a que el tratado de Donne estaba concebido para convencer a los católicos de que debían prestar juramento de fidelidad al monarca, circunstancia que, según el autor, no iba en menoscabo de su fe ni de sus sentimientos religiosos.

Al año siguiente publicó una elegía poética en dos partes, titulada Aniversarios, y dio también a la imprenta otro tratado religioso en prosa, Conclave Ignatii, que fue del agrado del estamento político y del clero oficial de Inglaterra, ya que arremetía contra los jesuitas. Así las cosas, en 1615, cuando John Donne se ordenó sacerdote de la Iglesia Anglicana, el propio rey Jacobo lo nombró capellán real y le colmó de favores.

Pero su felicidad fue tan efímera como brutalmente arrebatada, ya que en 1617 falleció su esposa, lo que le llevó a consagrarse por entero a su ministerio religioso y al cultivo de su numen poético. Sin embargo, y a pesar de que gozaba de amplia fama en su condición de poeta, la mayor parte de sus versos no salió impresa hasta 1633, a excepción de sus Sonetos sagrados (Holy Sonnets, 1618). Entregado de lleno a sus poemas y sermones, en 1621 fue nombrado deán de la catedral de San Pablo, puesto que ocupó hasta su muerte. Dichos sermones, recopilados en un volumen que fue publicado en 1661, justifican la fama de que gozó como predicador persuasivo y elocuente, y están considerados como el paradigma de la oratoria sacra barroca en lengua inglesa.

En 1624 conoció al poeta y ensayista Izaak Walton, con quien sostuvo una fecunda relación de amistad que dio por fruto una conmovedora -aunque no demasiado fiable- biografía de Donne, salida de la pluma del escritor de Stafford. Cada vez más pendiente de su precaria salud, aprovechó un período de convalecencia para escribir sus famosas Devociones para ocasiones emergentes (1623-1624), un texto en prosa en el que abordaba frente a frente el espinoso asunto de la muerte y su repercusión en las relaciones humanas; allí dejó estampada una de las citas más difundidas de toda su producción escrita: “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Parece ser que estuvo a punto de ser elevado a la dignidad episcopal en 1630, circunstancia que no llegó a producirse a causa de su frágil fortaleza física.

En los últimos instantes de su vida, cuando la enfermedad lo tenía al borde la muerte, John Donne escribió y predicó una de sus obras más famosas, el sermón fúnebre conocido como El duelo de la muerte, considerada por la crítica especializada como una de las obras maestras de la literatura barroca universal. El propio Donne leyó esta pieza en Londres en 1631, dos meses antes de que tuviera lugar su fatal desaparición.

En general, toda la producción literaria de John Donne (tanto sus poemas como sus ensayos y sermones) osciló entre su admiración hacia lo medieval y las ciencias novedosas, entre el catolicismo y el reformismo, entre el amor divino y la pasión humana, entre el vitalismo que incita a pecar y el temor a la vida después de la muerte, y, en definitiva, entre dos temas tan universales como el del ser humano y la divinidad. En su poesía -revalorizada en la primera mitad del siglo XX, merced al reconocimiento de algunos poetas tan relevantes como Ezra Pound y T. S. Eliot-, resaltan con fuerza sorprendente las irregularidades formales y la prodigiosa acumulación de figuras lingüísticas tendentes a alcanzar el concepto (o aproximación metafórica entre dos o más ideas u objetos aparentemente inconexos). Además, dentro de esta sabia utilización de los más variados recursos de dicción, Donne supo enriquecer su poesía con numerosos elementos del registro coloquial del lenguaje que, hasta entonces, habían permanecido excluidos de la lengua poética. Y en lo tocante a los temas, abordó la materia amorosa dando la espalda al excesivo sentimentalismo que, hasta la fecha, habían acuñado como rasgo propio del género los sonetistas isabelinos.

Autor

  • JR.