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HistoriaPolíticaBiografía

Carrillo de Mendoza y Pimentel, Diego de (1559-1624).

Militar y administrador colonial español nacido en 1559 y muerto en fecha desconocida, aunque no antes de 1624. Fue virrey de Nueva España de 1621 a 1624.

Don Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, conde de Priego y marqués de Gelves, es el modelo de reformador puritano y político autoritario característico de la España de las primeras décadas del reinado de Felipe IV. Cumplía a la perfección los principales requisitos para ser nombrado virrey. Era íntegro, honrado y poseía un profundo sentido de orden, disciplina y lealtad a la corona. Adiestrado en la dura escuela de los tercios castellanos de la época de Felipe II, Gelves había sido jefe de caballería en el ejército que, bajo las órdenes del Duque de Alba, sometió a Portugal a la corona española en 1580. Fue nombrado alto comandante de Sevilla y comendador de Villanueva de la Fuente. Tras ser capturado por los holandeses en la malograda Armada Invencible, sirvió a la Corona en Flandes, en el Consejo de Guerra en Madrid y en la guarnición militar de Milán. Entre 1614 y 1620 ejerció como virrey de Aragón.

Gelves había cumplido los 64 años cuando, el 29 abril de 1621, recibió el nombramiento de virrey de la Nueva España. La elección de un hombre con larga experiencia política y probadas virtudes es coherente con el impulso reformista del recién coronado Felipe IV y de su nuevo valido, el enérgico don Gaspar de Guzmán, futuro conde-duque de Olivares. La fecha de su designación coincide con el fin de la Tregua de los Doce Años con los holandeses, tregua que la corona decidió no reanudar, lo que desencadenaría una larga y penosa guerra, no sólo en Europa, sino también en el Atlántico. Para financiar las costosas campañas militares, España necesitaba, más que nunca, las remesas de Indias. Era necesario reafirmar la autoridad real en los territorios de ultramar, combatir la negligencia y corrupción en la administración virreinal y reducir la evasión fiscal. Aunque se desconocen las instrucciones que recibió Gelves del Consejo de Indias, se puede afirmar con seguridad que el nuevo virrey desembarcó en Nueva España en septiembre de 1621 con el firme propósito de hacer cumplir los objetivos reformistas propugnados por el nuevo régimen.

Gelves se enfrentó, con tanto celo como poco tacto, a los numerosos problemas que aquejaban al virreinato. De marzo a septiembre de 1621, el gobierno novohispano había estado en manos de la audiencia de México. En concreto, en las del presidente del tribunal, don Pedro de Vergara Gabiria, y su amigo y cómplice, el oidor Galdós de Valencia. Juntos habían puesto el gobierno al servicio de sus intereses personales y acaparado gran parte de la producción de maíz y trigo del virreinato, lo que provocó un fuerte incremento en el precio de los cereales y un profundo malestar en la sociedad.

Gelves hizo todo lo posible por acabar con la especulación, las corruptelas, y el acaparamiento de los cereales. Reforzó los controles aduaneros en Veracruz y Acapulco, confiscó los cargamentos de mercaderías ilegales, impuso sanciones a los funcionarios involucrados en tratos ilícitos y granjerías, y anuló las componendas mediante las cuales las ciudades pagaban menos en alcabalas a cambio de favores a los oficiales encargados de cobrarlas.

Sus reformas afectaron no sólo a los más poderosos de la sociedad mexicana, a los oidores y sus allegados, sino también a los sectores industrial, ganadero y comercial. Su decisión de endurecer las restricciones al comercio entre Nueva España y Perú causó graves perjuicios a la industria textil del virreinato. Además, se ganó la enemistad de muchos empresarios, puesto que, en una momento de evidente escasez de mano de obra, ordenó liberar a un gran número de indios que estaban retenidos en obrajes y factorías contra su voluntad. Su intento por mejorar la cobranza y administración de las rentas reales agudizó las dificultades que padecían los sectores mercantil, monetario y crediticio. Además Gelves fue uno de los pocos virreyes de la época que llevó a la práctica los inventarios de bienes de autoridades y funcionarios que la corona había diseñado con el propósito de garantizar la probidad en la administración. En cuanto al plano meramente social, Gelves impuso en el virreinato medidas contundentes para combatir la delincuencia, el crimen y la prostitución.

La administración del marqués fue muy beneficiosa para la corona: en sólo un año, las rentas reales ascendieron de 500.000 a 600.000 pesos, a los que hay que sumar los 200.000 pesos de empréstito forzoso que el virrey repartió entre los mercaderes mexicanos. Sin embargo, también provocó un profundo malestar en la sociedad mexicana, que tendría consecuencias dramáticas para la paz política del virreinato.

Los primeros en enfrentarse al marqués fueron los oidores de México, liderados por Vergara Gabiria, a quien Gelves acusó ante el Consejo de Indias de corrupción y el 22 de agosto de 1622 le ordenó que cesara en sus funciones. A la oposición de los oidores, se sumó la de la sociedad criolla, un grupo cuyo líder era arzobispo de México, don Juan Pérez de la Serna. Profesor de filosofía de la Universidad de Sigüenza y arzobispo desde 1612, Pérez de la Serna era mundano, algo demagógico y popular. Y, además, estaba decidido a reformar las doctrinas de indios, lo que de por sí complicaba su relación con el virrey.

El catalizador del conflicto entre el arzobispo y el virrey fue la decisión de Gelves de arrestar a Melchor Pérez de Veráez, alcalde mayor de Metepec, quien, con el apoyo de los oidores y pese a la incompatibilidad que dictaba la legislación, ocupaba también el puesto de corregidor de México. Veráez había despojado a una comunidad de indios de sus cosechas para luego revenderlas con ganancias. Gelves intentó castigar al alcalde mayor, pero los oidores intervinieron para posponer el juicio. En una maniobra sin precedentes, el virrey despojó a los oidores de su jurisdicción y asignó el caso a un tribunal ad hoc a cargo de Juan de Alvarado. Veráez huyó y se refugió en el convento de Santo Domingo, que Gelves rodeó de soldados.

Pero el arzobispo salió en defensa de Veráez y acusó al virrey de vulnerar el derecho de asilo y el fuero eclesiástico. Excomulgó a Alvarado, a sus soldados y a otros colaboradores del marqués, y orquestó una protesta en todas las iglesias de la ciudad. El virrey ordenó a los eclesiásticos insurrectos regresar a España. Pero Pérez de la Serna declaró a Gelves enemigo de la iglesia y lo excomulgó. Con el apoyo de un grupo de catedráticos y clérigos amigos, el virrey negó al arzobispo el derecho a excomulgar a la máxima instancia política del virreinato y le ordenó regresar de inmediato a España. Pérez de la Serna abandonó la capital, pero se apostó a las afueras de la ciudad, desde donde ordenó a todas las parroquias de México poner en vigor la cessatio a divinis, o suspensión de servicios divinos.

El tumulto se desató el 15 de enero de 1624; los clérigos clausuraron sus iglesias y una gran multitud se congregó en la plaza mayor. El carácter de la insurrección, si generalizada o meramente popular, depende de la versión de los hechos: según Gelves muchos criollos ricos estaban entre la multitud, pero según sus detractores sólo la componían mestizos, mulatos, indios y algún que otro facineroso. Tampoco queda claro hasta qué punto los oidores participaron en el motín, o si únicamente sacaron rédito político de los disturbios. La audiencia intentó persuadir a Gelves de que cediera ante las peticiones del arzobispo y le permitiera regresar a la ciudad de México. Pero no pudieron evitar que el tumulto se transformara en una auténtica insurrección. Las turbas sitiaran el palacio, irrumpieran en él, lo saquearan e incluso se llevaron los papeles personales del marqués. Disfrazado de sirviente y gritando “muerte al virrey”, Gelves huyó del palacio y se ocultó en un convento franciscano. La audiencia retomó el control del gobierno virreinal. A medianoche, el arzobispo hizo su espectacular entrada a la ciudad al frente de una gran comitiva y entre el jolgorio general.

El tumulto de 1624 se saldó con setenta muertos y heridos, y un virrey depuesto. La oposición a Gelves y su humillante deposición pusieron en evidencia las dificultades de aplicar en América el programa reformista dictado desde Madrid por el conde-duque de Olivares. De hecho, la noticia del derrocamiento del virrey causó gran consternación en la corte. El Consejo de Indias ordenó al marqués de Cerralvo que antes de asumir el gobierno como nuevo virrey, restituyera a Gelves simbólicamente al frente del virreinato, puesto que ello daría una imagen de continuidad y control por parte de la corona. Así ocurrió el 31 de octubre de 1624. Al día siguiente, Gelves hizo entrega formal del virreinato a Cerralvo. El visitador general, don Martín Carrillo y Alderete, fue el encargado de residenciar a Gelves, a quien exculpó de toda responsabilidad por el tumulto. El marqués embarcó rumbo a España en 1628, pero el pirata holandés Piet Heyn se adueñó de la flota en las aguas de Cuba, frente a la bahía de Matanzas, lo que retrasó el regreso del malogrado Gelves a España.

Bibliografía

  • Israel, J: Raza, clases sociales y vida política en el México colonial, 1610-1670, Fondo de Cultura Económico, México 1980.

  • Boyer, R. E.: "Absolutism vs. Corporatism in New Spain: the Administration of the Marquis de Gelves, 1621-1624", en The International History Review IV, 4 (1982), pp. 475-503

  • Martínez Vega, M. E.: La crisis barroca en el virreinato de la Nueva España: el marqués de Gelves, 1621-1625 (Tesis doctoral Universidad.Complutense, 1990).

  • Cayetana Álvarez de Toledo

  • Universidad de Oxford

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  • 0106 CAT