Arrio (280-336).
Téologo heterodoxo cristiano, fundador de la doctrina arriana a principios del siglo IV, formado en las doctrinas de la escuela antioquena, término extremo de la herejía monarquiana, fundada por san Luciano de Antioquía. Arrio había nacido en Libia, y pronto se adhirió al cisma de Melecio. Pero reconciliado con la Iglesia, ordenado presbítero, fue encargado de la iglesia de Baucalis. Dotado de cualidades para atraer partidarios, ya por el año 318, Arrio desarrollaba en Egipto extraordinaria actividad.
Como principio básico de su doctrina, Arrio ponderaba la unidad absoluta de Dios, eterno, increado e incomunicable. Fuera de El, todo lo demás que existe son meras criaturas suyas, incluyendo a Cristo, el mismo Verbo del Padre. Esta doctrina fue muy bien acogida, por lo que aumentó rápidamente la actividad de Arrio y sus adeptos. Pronto encontraron oposición en el obispo de Alejandría, que pretendió convencerlo de la falsedad de su doctrina, pero no lo consiguió, procediendo con rigor contra ellos, y en un sínodo de más de cien obispos celebrado el año 321, se condenó por vez primera la doctrina arriana, y Arrio fue excomulgado. Por el contrario, ésto le sirvió de acicate para defender con mayor valentía sus doctrinas. Fue a Palestina y luego a Nicomedia, donde ganó más adeptos, entre los cuales se contó al obispo Eusebio de Nicomedia, quien sería luego valioso intercesor de Arrio ante el emperador Constantino, el año 323.
Asimismo Arrio fue un incansable escritor. Es de subrayar su famosa obra Thalia, en la que defiende con toda clase de argumentos su doctrina. El Concilio de Nicea del año 325, en el que se reunieron unos trescientos obispos, en el que se hallaba también presente Arrio, asistido de unos pocos que compartían sus ideas, propuso el símbolo que lleva su nombre, y que al no ser aceptado por Arrio y sus seguidores, se vieron obligados a marchar al destierro.
